viernes, 8 de julio de 2016

Últimas canciones, primeros días



No sé cómo mueren las bandas de rock, pero sé cómo muere esta, y es lo que voy a contar.
Desde hace meses había reservado el post número cien de este blog para la despedida. Para cerrar, al fin, esta página que fue cayendo a menos. Solo que estábamos tan cansados de todo que ni ganas de despedirnos teníamos.
-          ¿Cansados de todo?
Sí, doctor Sigmund. De diez años juntos, como en las parejas. Hay poemas tristes sobre eso.
-          Entiendo. Pero explíqueme eso de “todo”.
Bueno, tiene razón. No era cansancio de los escenarios –que nunca fueron muchos– ni de las grupies –que fueron menos– ni de las drogas –que ni por asomo–, sino de diez años juntos y largas temporadas sin ensayar. Sobre todo eso. Una banda que no ensaya es una banda muerta, dice Óscar. Es una pareja sin sexo, digo yo, o con mal sexo, que es peor.
-         – ¿Y qué pasó?
Nadie podía. Media hora antes del ensayo al uno se le moría el gato, al otro se le enfermaba el hijo, al tercero le daba un ataque de tos. En un panorama así, la apatía se riega como hierba mala.
-         – Y viene la frustración.
No sé si frustración. Ya estoy muy viejo para lamentar el pasado. Solo que, sin ensayar, al Óscar se le acumulan las canciones, que es una sensación terrible: crear cosas que nunca toman forma. Y Fáber se desespera por no haber tocado nunca en el Carlos Vieco. Y yo, no sé, como que me aburro mucho en casa.
-         – ¿No sería que sí, que después de diez años había frustración por no ser famosos como La Toma?
Bah, en absoluto. En particular, le temo a las multitudes tanto como al cáncer o al fanatismo. Si de algo me siento frustrado es de no haber hecho más canciones, montones de canciones. Buenas y malas, qué más da. Mías, de Óscar, entre todos. Y grabarlas. Grabar es la frustración más bonita que tiene la música.
-         – Entonces este es el adiós, el post número cien.
Me temo que no. A veces despedirse cuesta más de lo esperado. Como en las parejas, insisto. Hace un par de semanas nos reunimos en un bar de Bello para acabar con todo y terminamos bebiendo y queriéndonos mucho.
-         – Eso suena un poco gay.
Como sea. Mencionamos todas las canciones que nos quedamos sin grabar, las de los primeros días. Canciones guitarreras, más densas, menos festivas que las de Combustiones. Como más nuestras, de cierta forma. Despedirse así no más, sin grito, es una manera tibia de despedirse. Las bandas de rock deben morir como los músicos del Titanic, nos dijimos en medio del brindis.  
-         – Y, abrazados, decidieron continuar. Cosas de borrachos, hombre.
No tanto. Dentro de nosotros hay cierta conciencia de que esta banda no va más, pero también creemos que hay ideas que no queremos que mueran en el silencio.
-          Interesante.
No digo que vayamos a morir a lo grande. Tan solo creo que vamos a cerrar el ciclo creativo, por llamarlo de algún modo. Grabar, componer, con el último aliento.
-        – Insisto: me dijo que este era el post número cien, el último.
Sí, lo es, pero de repente me dieron ganas de contar cosas. Como cuando comencé con esto. Hablar de música, que es lo único mejor que escuchar buena música. Sin censura. Sin verdades. Contar, como los enfermos terminales, cómo son los últimos días de esta banda.
-        – Perdone el escepticismo, pero no me convence. Más de una vez ha dejado tirado este blog.
Cierto. Totalmente. Pero quiero decir que quiero escribir cincuenta columnas más, una por semana. De lo que sea. Será como mi forma de duelo, mi Happy together. ¿Vio esa película, doctor Sigmund?
-      – Lo lamento, creo que ya estaba muerto. En cualquier caso creo que entiendo lo que quiere decir. ¿Algo más que agregar?
Sí, una cosa: en medio de la borrachera pensé en cómo podría llamarse el disco que resulte de este periodo agonizante.
-         – ¿Y cómo?
Así, como este post: Últimas canciones, primeros días.

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