sábado, 21 de junio de 2008

La ciudad del casi

En cuestión de conciertos, Medellín es la ciudad del “casi”, o la del “estuvo a punto de venir”. Poco a poco nos hemos venido acostumbrando a los desplantes, a la desazón, a tener que viajar a Bogotá para ver los conciertos que aquí no llegan.
Pero no, uno no quiere que sea en Bogotá, uno quiere que sea en Medellín. Uno quiere ver a los Write Stripes acá, en el Orquideorama –que a la postre se ha convertido en el único escenario decente en la ciudad- o en cualquier otro sitio. Uno quiere ver a Brian Molko y luego salir a comer perro en la ochenta. Uno quiere, por Dios, tener la posibilidad de soñar a Björn en esta tierra.

Pero a quién trato de engañar. Si los impuestos son altísimos. Si no hay quien tenga un sonido decente. Si la inseguridad. Si esto. Si lo otro. Si, al final de cuentas, los medellinenses somos pocos y para colmo tenemos el mal de la tacañería: nos duele pagar una boleta.

La vaina es que uno no puede estar viajando a Bogotá. La vaina es que sale caro. La vaina es que suena como un contrasentido que grupos que aquí tienen una fanaticada bastante amplia por acá ni se aparezcan. La vaina es que esta es la ciudad del casi.

Por eso no me sorprendió cuando me dijeron que Robi Draco, que estaba programado para julio, ya no iba a venir. Y que la presentación de Calamaro, que al parecer estaba confirmadísima para octubre, ahora se encuentra en duda. No me causa sorpresa, pero sí me da tristeza. Porque otra vez nos perdemos de ver buenos músicos en un momento especial, sobre todo por Draco y su teatro del absurdo.

Es la misma tristeza que sentí cuando cancelaron el concierto de Kusturica, la misma desazón que cuando dijeron que no, que a qué iba venir el viejo zorro de Tom Waits a estas montañas.
Snif. Habrá que esperar a ver con qué pañitos de agua tibia nos consuela Altavoz. Mientras tanto, los conciertos en Medellín seguirán siendo una especie de mito urbano, un chismorreo, una ilusión, una espera. Y luego, un desconsuelo.

jueves, 5 de junio de 2008