martes, 21 de marzo de 2017

Ajá

Me pregunto si lo que siento es frustración, si esta década de rocanrol subterráneo valió la pena; me pregunto si me molesta que un reguetonero emergente gane más likes o tenga más vistas en un día que nosotros en diez años; me pregunto todo eso y me respondo que no, sin tener que pensarlo mucho. Es cierto que cometimos todos los errores, pero cada uno fue un aprendizaje con espinas que valió la pena. Al mismo tiempo fueron montones de escenarios y una cantidad inconmensurable de ensayos donde lo que no existía cobró forma: las canciones. Y esas, buenas o malas, con uno que las escuche, nos sobrevivirán.
No voy a ponerme metafísico ni hacer una oda a la nostalgia porque no hace falta. Cada quien vive el arte a su modo; desde los que esperan juegos pirotécnicos a su paso o los que mantienen una relación tan íntima con lo que hacen que nadie se da cuenta. Entre las dos posturas hay una gama amplísima que también es válida. Así que no voy a agachar la cabeza. Cada acorde que tocamos, lo tocamos con honestidad. Y esta, frágil o poderosa, fue nuestra historia.

No logro sentir frustración.