martes, 3 de abril de 2012

Sobre Isabel y otras combustiones espontáneas



Muchas veces Juan no iba a los ensayos. Ya fuera porque se quedaba dormido o porque tenía que ir a rebuscarse la vida cantando en los buses o porque un nuevo amor lo mantenía embelesado en casa. Como sea, durante mucho tiempo nos acostumbramos a que en los ensayos solamente aparecíamos Fáber, Óscar y yo. Y en la última temporada, Boris.

Es lamentable, pero el papel de un vocal en una banda de rock resulta indispensable, más que cualquier otro músico. Sobre todo en la grabación y en vivo. Y si Juan no aparecía, los ensayos perdían norte.

¿Qué hacíamos entonces? No mucho. Montábamos canciones instrumentales, repasábamos –sin voz– los viejos temas y, de vez en cuanto, creábamos canciones divertidas que pudiese cantar cualquiera. Canciones rápidas, fáciles, que hacíamos por pasar el rato. Algo para no desanimarnos del todo en aquellos ensayos cojos. Así nació La rebelión en la granja, Óyeme nena, Pequeña puta e Isabel, y hasta otro grupo de canciones que tenemos por ahí.

Desde luego nunca creímos mucho en aquellos temas. Eran, repito, más por pasar el rato, por saltar un poco en la estrechez del ensayadero; sabíamos –sabemos– que musicalmente eran menores a otras composiciones que teníamos y que sobre todo la voz era abismalmente inferior. Solo que llegó un momento en que, sin vocal, no teníamos más para ensayar que aquellas canciones rápidas o instrumentales. Luego Juan se fue definitivamente y en una de esas resultó que en Castilla, nuestro barrio, había una convocatoria para realizar un compilatorio con grupos de la comuna. Participamos (sin Juan), pasamos la selección y ganamos el derecho de grabar un tema. Eso fue en diciembre de 2010.

¿Qué más podíamos hacer si no teníamos vocalista? No vimos de otra que grabar Isabel.

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Isabel salió rápida y en un ensayo. Es, de hecho, la canción más fácil de tocar que tenemos. Está basada en un poema de Raúl Gómez Jattin, que ha sido lo más parecido a un poeta maldito que ha dado este país. Pero no recuerdo que nos sentáramos a adaptar la letra. Yo (Camilo, el del bajo, por si apenas usted, lector, arriba a este blog) me sabía el poema hace años, gracias al fervor que sentía mi amigo Mauricio Builes por Jattin (fervor que me trasmitió en lecturas y relecturas en voz alta de ese libro maravillo que es Amanecer en el valle del Sinú). Entonces un día cualquiera, como los ya mencionados sin Juan, resultó que terminamos repitiendo Isabel, Isabel, Isabel mientras hacíamos un ritmo de ska de fondo. Y todo lo demás fluyó.

Me hubiera gustado que fuese un tango o un blues, algo más melancólico en todo caso; algo más parecido a ese poema que habla de nostalgias y amores diáfanos. Pero así fue como fue y no hubo más remedio. Como todo ese tipo de canciones que hacíamos sin Juan, no le paramos muchas bolas al asunto y la dejamos ahí para divertirnos cada tanto en los ensayos. No creí que fuéramos a grabarla. Pero llegó lo del compilatorio aquel y ni modo: era lo teníamos a la mano.

La grabamos en medio día, en los Estudios Igneus, en un ritmo tan frenético como la forma misma en que nació la canción. Todos en sesión y en el primer corte. No era la primera vez que hacíamos algo así. Vista telescópica, grabada en El Pez tiempo atrás, también había seguido esa forma de hacer las cosas. El resultado de algo así es de imperfección y sinceridad al mismo tiempo. Naturalidad versus precisión. Cada quién elige su método.

No estoy diciendo que me sienta orgulloso de la canción, tampoco que la desprecie. Solo que así fueron las cosas. No es ni buena ni mala. Sé que a Mauricio Builes no le gustaría, por no tener del todo el aire de Jattin, y tendría razón. Pero al mismo tiempo es espontánea y es, en el fondo, una forma de seducción para acercarse a la obra de este poeta de Cereté que supo incendiarse y hacer de su obra una hoguera. Por eso lo mejor del tema son los primeros quince segundos, con la voz original del autor (gracias a las grabaciones que hiciera el poeta para la HJCK). Luego viene la voz mía y el rimo que se enloquece. Si se le rebajara el tempo y se le quitara la distorsión a la guitarra podría sonar como un corrido. Tendría, además, la misma estructura: tónica, subdominante, tónica, dominante…

En fin. La canción quedó ahí y el compilatorio aquel se demoró más de un año para ser lanzado (por aquello de los enredos en la administración pública). Mientras tanto, un inocente comentario en Facebook nos llevó a hacerle video al tema.

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Gloria Estela Laverde, que profesa un amor al rock por encima de todas las cosas, lanzó un comentario en Facebook sobre un video hecho en Medellín. Gloria hace parte de un colectivo de estudiantes que aman lo audiovisual y en el que pongo toda a mi fe: Transversal 21. El comentario dio pie para una mínima discusión sobre los videos de la ciudad (una discusión sin mayor trascendencia como siempre en Facebook) y terminó con una pregunta en el aire: ¿Y si realizamos un video para Áluna?

La pregunta quedó sonando por parte y parte. Es decir, por una parte para Transversal y por la otra parte para nosotros. ¿Y por qué no?, dijimos. Y nuevamente, lo único que teníamos a la mano (el único tema grabado sin la voz de Juan) era Isabel, la chiquita insolente.

El video lo grabamos hace un año en Abejorral. Para resumir las cosas, diré que escogimos ese pueblo porque, en sus casas de bareque y calles de adoquín, tenía mucho del aire del poema, y porque allí teníamos hospedaje y comida gratis (fundamental). Conseguimos un actor “natural” con cierto parecido a Jattin y los permisos para grabar en el parque, y aún así tuvimos mil dificultades. Las luces se dañaron o eran insuficientes, no conseguimos ciertas locaciones, este o aquel actor quedaba mal y el tiempo fue corto siempre… Comprendimos (al menos nosotros, los del grupo, que no lo sabíamos) lo dispendioso y detallista que es el mundo audiovisual. Hasta entonces creíamos que era cuestión de tener una cámara y ya.

Al final el video quedó terminado y esperamos para lanzarlo con el compilatorio. Sólo que no sabíamos que eso sería diez meses más allá.

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Los detalles del asunto no los sabemos. Lo cierto es que un disco grabado en diciembre de 2010 (con diez bandas de la Comuna 5 – Castilla) vino a ser lanzado hace un mes con un concierto que nos dejó muy mal parados, o por lo menos muy tristes (no por el sonido ni la logística: errores de nosotros mismos). Sin embargo, el disco aquel, que recoge también a bandas como Souly`s y Tarmac, por fin estaba en nuestras manos, y recordamos la alegría que genera tener la música de uno en físico: en un cd prensado, con carátula y librillo. Así, de alguna forma, terminaba el cuento con Isabel, o quién sabe: con las canciones nunca se sabe. Nos quedó faltando lanzar el video (que verán dentro de muy pronto) por una razón de fondo. Pensamos en que, si ya teníamos varios temas de ese corte grabados (La rebelión, Vista telescópica) por qué no grabar aquellas otras canciones divertidas y salirnos al fin de ellas. Hacer, pues, un pequeño disco con las canciones más raras, más inusuales de Áluna. Canciones que puede cantar cualquiera, intencionalmente imperfectas. Es lo que decidimos llamar (y me parece muy preciso el nombre) Combustiones espontáneas, y es lo que viene.

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Lo diré de este modo: Combustiones espontáneas no es el primer álbum de Áluna. Tampoco es el último. Es solo una colección de canciones enérgicas, engañosamente fáciles, que surgieron sin pensarlo en diferentes momentos de la banda. Canciones b side, por llamarlas de algún modo. Canciones que tocábamos cuando queríamos descansar de las otras canciones. Canciones de cuando uno se sentía un poco punk y quería desgarrar la garganta. Y que por algún efectivo fortuito nacen ahora para los oyentes. Combustiones espontáneas es Áluna y no es Áluna. Tonadas alegres de una banda que le gusta posar de oscura: ese tipo de contradicciones hermosas que suele propiciar la música.

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Y así están las cosas. Dejamos el video de Isabel para lanzarlo junto con el de La Rebelión (grabado hace ufff, en tiempos previos al HD) y con todo ese compilado de canciones raras. Volveremos a los estudios (¡yuju!) en unos quince días para darle vida a otros de aquellos temas que nacieron sin pensarlo. Es curioso: que nacieron en medio de la dificultad que supone no tener un vocalista.

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Así es.