viernes, 13 de septiembre de 2013

Paréntesis: el peligroso bus del triunfo


 
Recuerdo aquel mundial. O por lo menos recuerdo la expectativa que generó en todas partes. Las camisetas amarillas, el álbum de figuritas con la foto de El Tino en la portada, los comerciales de televisión, el sí sí Colombia, sí sí Caribe. Después del monumental 5 - 0 y de que Pelé anunciara a Colombia como su gran favorito, nadie ponía en duda que daríamos de que hablar en el campeonato. Hasta papá, que odia tanto el fútbol, se compró un televisor para ver los partidos en la tienda. Solo que al primer juego, contra Rumania, perdimos 3 – 1, y luego contra Estados Unidos, novato en estos asuntos del fútbol, caímos 2 – 1, con el fatídico autogol de Andrés Escobar que trajo las consecuencias que ya sabemos.
Vaya si dimos de que hablar: salimos en la primera ronda a pesar del favoritismo y el equipo se devolvió cabizbajo para la casa. No nos quedó sino el filosófico “perder es ganar un poco” pronunciado por Maturana, que aún así no nos sirvió de consuelo.
Desde entonces le temo mucho a los triunfalismos, a la facilidad que tenemos de hinchar el pecho ante la menor conquista. Me da la impresión de que darse por ganador de antemano hace perder el foco, aquieta. Dirán los fanáticos de El secreto que hay que tener una mente ganadora acompañada de una recia voz de triunfo, pero yo, como no creo en best sellers ni autoayudas, siempre me he sentido más del lado de quien espera sin alharacas, del que trabaja en silencio por sus sueños. El perdedor, como el vagabundo, va lento, sintiendo cada paso. Si cae una y otra vez no importa. Lo importante es caminar. Y esos, los perdedores, los vagabundos, me caen jodidamente bien.     
Si traigo todo esto a colación es porque este sábado nos enfrentamos, temerosamente triunfales, a la gran final de la batalla de bandas de Nuestro Bar. Se trata de uno de esos eventos que organizan algunos bares en los que, bajo el mismo modelo de un campeonato de fútbol, las bandas “se enfrentan”, y en este caso, a falta de goles, es un jurado y la votación del público asistente quien elige al ganador.
Es la primera vez que nos metemos en algo así, en parte porque es una interesante oportunidad para foguearse y tocar mucho. Lo que no esperábamos es que ganáramos cada ronda y llegáramos hasta este punto.  
En cualquier caso, más allá de ganar y divertirnos, lo más bonito ha sido el apoyo de ciertas personas que comenzaron a acompañarnos en cada concierto. Al principio nueve, luego trece, después veinte, y así. La una llevaba a la otra, y la otra a la otra. En dos ocasiones perdimos en cuanto a la votación del público (al llevar menos personas que las otras bandas), pero sentíamos que había algo especial en nuestro caso, y era que nuestro público repetía los conciertos. Iba al uno y volvía al otro. Como eran pocos, podíamos charlar con ellos, conocerlos. Los primeros nueve eran amigos de vieja data, digamos; los más de treinta de ahora son nuevos amigos, que ya nos tienen en cuenta en sus planes. Es lo más increíble: sentimos que no estamos ganando seguidores sino que estamos sumando amigos.
Ahora que llegamos a la final, son cerca de cincuenta nuevos cómplices los que nos acompañan. (Vale la mención especial a las autodenominadas chicas locas, hermosas, sepsys y terriblemente increíbles). Cada uno de ellos ganado a pulso. Y eso es lo que me asusta ante la idea de perder. ¿Cómo nos mirarán en ese caso? ¿Seguirán con nosotros? ¿Fue el calor del triunfo lo que nos llevó a acercarnos? Muchos dan por hecho de que ganaremos, pero nunca se sabe. A lo mejor las otras bandas también dan por hecho que ganarán.
Supongo que si en verdad hemos sabido hacer amigos, como creo, sabremos llevar la derrota, aprender de ella, en tal caso. O celebrar alegres un paso más, una batalla para la que hemos trabajado duro. Por ahora todo es incierto, y temo, no lo niego. Genera tensión esperar, pensar tanto. Al mismo tiempo es divertido preparar un concierto bajo este ambiente de expectativa. De cualquier forma esta es una columna inconclusa. Es la parte antes del concierto. La siguiente parte, la definitoria, la que dirá lo que sentí después de todo, podrán leerla el domingo. ¿Qué tono tendrá?

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