domingo, 15 de septiembre de 2013

Otro paréntesis: un día después de todo


¿Qué hora es? ¿Las diez y media? ¿Apenas? Ay, mi cabeza. Me levanto de la cama, todavía un poco ebrio. Camino hasta la cocina, sosteniéndome de vez en cuando en las paredes. Agua, necesito agua. Ay, mi cabeza. Me tomo medio litro de un tirón. Voy al baño y orino largamente, plácidamente. Pienso: ¿qué pasó ayer? Ah, sí, ganamos, jueputa, ¡ganamos! Vuelvo a escuchar los gritos de euforia, los aplausos. Levanto los brazos sentado en el inodoro. Alegría, alegría, me digo. Luego vuelvo a sentir el dolor de cabeza.
Así son las cosas: una noche ganas una batalla de bandas y a la mañana siguiente te enturbia el mareo. Pero fue bonito, todo. Decidimos tocar de primeros para poder probar sonido; nosotros que en esas cuestiones nos demoramos tanto. Las otras bandas aceptaron encantadas, motivadas por la convención que dice que quien cierra el concierto es el mejor. La cosa empezó un poco lenta, pero nos fuimos calentando. Cuando Felipe, que llegó a última hora, se subió al escenario para contar la historia que da pie a Marrano, sentí que todo saldría bien. Luego Eliana y Manuela nos acompañaron en Pequeña puta y lo demás fue la descarga de Vista telescópica y Freak. Hicimos lo más importante, por lo que estábamos allí: lograr que la gente la pasara bien. O al menos eso percibimos. Nos olvidamos de la tal batalla de bandas y nos dedicamos a tocar.
 
Lo demás fue mezclar ron con tequila y cerveza. ¿En qué momento me emborraché? ¿En qué momento me dio por tocarle el culo a mis amigas? Cuando llegó la hora de la decisión del jurado, este pobre bajista ya estaba tambaleante. No recuerdo qué fue primero, si el conteo de votos del público o el veredicto del jurado. Lo que recuerdo es el grito agudo, fuerte, cuando quedó claro que habíamos resultado ganadores. Y la alegría: una cosa que raras veces puede uno ver, y que ahí estaba viendo. Sentíamos que luego de seis años de estar tocando juntos y de toda esta historia de altibajos, era justo ganar algo de vez en cuando. Hasta Óscar, que posa de amargado, sonrió.

¿Otro tequila? Claro, y otro, y uno más. Perro caliente a las tres de la mañana. Muchos abrazos. Promesas de amor de las que hoy nadie se acuerda y la línea de una canción que compondremos algún día: “Aprende, Catulo, son los riesgos de mezclar el coño con la amistad”. Recuerdo a Glo, a la Chuflis, a Érzica. Recuerdo a Adrián feliz como ninguno. Recuerdo la camiseta de Eliana con el logo de la banda dibujado con marcador. Recuerdo a Andrés preguntándole a Mackenzie si ella era novia de Óscar. Recuerdo a Felipe diciendo que Combustiones espontáneas era de las cosas más bonitas que le había pasado este año. Recuerdo así, pedazos: una voz, una imagen. Ay, mi cabeza. ¿Más tequila? Venga pues. Quizás hoy no tenga muchas reflexiones para hacer. Quizás cuando se gana no hacen falta muchas reflexiones. Siento que con este pequeño triunfo y la participación que tuvimos en la Fiesta de las artes escénicas se cierra un momento de la banda. Como el pasar de la tercera a la segunda división. ¿Qué vendrá ahora? Muchas cosas, espero.
Por ahora, enguayabado, solo pienso en dormir…
 

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