De no haber sido
cantante de rap, Henry Arteaga hubiera sido arquero de fútbol. O quizás
bailarín del Ballet Folclórico de Antioquia. Pero para ambas cosas era muy
bajito. Como arquero, aunque le fuera bien con la pelota, era fácil colgarlo y
meterle los goles por arriba, y como bailarín, aunque fuera prometedor, se
vería mínimo al lado de los grandotes extranjeros en las competencias
internacionales, le dijeron en el Ballet tras una audición. De todas formas
siguió bailando –cumbias, porros, salsas– y tanto baile lo llevó al breakdance,
y el breakdance a fundar uno de los colectivos de hip hop más importantes de
Medellín: los Crew Peligrosos. Cada puerta cerrada fue una oportunidad para
encontrar su camino.
Henry –que nació en
1979– creció en Aranjuez, en una de las calles más peligrosas de una de las
comunas más peligrosas de la ciudad. De ahí el nombre de Crew Peligrosos: venir
de un barrio como Aranjuez era visto con sospecha para muchos. Igual si se
dijera Castilla o El Popular, o Belencito o La Esperanza, o tantos otros. Henry
le dio la vuelta a la palabra y la ajustó al arte: ser peligrosos pero para los
violentos, porque el hip hop –que incluye grafiti, rap o mc, deejay y breakin–
le roba jóvenes a la guerra. Crew, dentro de la cultura de hip hop, es como un
grupo de parceros, y más que grupo, familia. Desde el inicio de este cuento, en
1999, Henry pensó en colectivo.
O más o menos.
Comenzó bailando con un amigo, Julián, conocido como Skill, en la casa de
cualquiera o en la calle, inventando pasos, adaptando lo que sabía de los
ritmos tropicales a ese mundo de piruetas en el piso y vueltas sobre la cabeza
que es el break. Cualquier día, un chico no mayor de doce años, conocido como
Izel, les pidió que le enseñaran. Este chico comenzó a llevar a otros, y estos
a otros más. Henry y Skill les enseñaban sin cobrar un solo peso, conscientes
de que el conocimiento no puede ser solo de uno. “Si uno no enseña, se acaba”,
le diría a Henry años más tarde Rafael Cassiani, director del Sexteto Tabalá,
en San Basilio de Palenque. Una premisa que reforzaba lo que este muchacho de
Aranjuez siempre había creído.
Espontáneamente
nació 4 Elementos Eskuela, un grupo de educación voluntaria basada en los
cuatro elementos del hip hop. Henry buscó un espacio en el colegio del que
había sido expulsado en el bachillerato, el Gilberto Alzate Avendaño. Ahí
mismo, en Aranjuez. Humberto Bermúdez, rector de la institución, creyó en la
propuesta y les cedió salones para ensayar en las noches. Desde 2003 la Eskuela
viene formando niños y jóvenes del nororiente de Medellín, ya sea como raperos,
grafiteros, breakers o deejays. En una especie de metodología de la libertad:
cada quien va a su ritmo. Pero con un mandamiento: solo se alcanzan las metas
con disciplina. En 17 años, más de 4.000 jóvenes han pasado por la Eskuela, que
a veces tiene el apoyo de alguna fundación y otras veces se defiende como
puede, fiel a sus principios: en modalidad de voluntariado, gratis para los que
ingresan, juiciosa en los horarios y libre en el pensamiento.
“Tiene que verlo
para que lo entienda”, dice Henry. Y tiene razón. Desde las cinco de la tarde,
el colegio Tomás Carrasquilla, sede alterna del Gilberto Alzate Avendaño, se
llena de beats y chicos que bailan; otros aprenden caligrafía y algunos a
pinchar discos. Es un caos hermoso en el que más de 200 jóvenes (desde niñas de
nueve años hasta mujeres de treinta) pasan sus tardes aprendiendo alguna rama
del hip hop. A las nueve de la noche terminan, y al otro día vuelven,
puntuales.
Entonces Crew
Peligrosos son varias cosas: un colectivo de hip hop que comenzó enfocado en el
breakdance, y una Eskuela donde los más tesos les enseñan a los que apenas
comienzan. Todo esto en medio de la violencia que ha existido siempre en la
comuna, y en parte como respuesta a la violencia que ha existido siempre. El
salto del breakdance al rap fue apenas natural. En 2005 Henry conoció a
PFlavor, otro rapero del barrio, y comenzaron a juntar sus rimas y a
estructurar el componente por el que más se conoce al Crew: la parte musical.
Pero en el fondo se trata de todo. De Henry como gestor de esta historia, mc,
cabeza visible de un movimiento que revolcó buena parte de la juventud al
nororiente; de PFlavor in the mic, juguetón en la rimas y vibrante en el
escenario; de breakers como Arex, campeón americano en cuatro ocasiones; de
deejays como Rat Race o Hunter, que construyen los beats; o de grafiteros como
Pac Dunga, que llevan más de 20 años rayando paredes con estilo. A veces se
dice que Crew Peligrosos son cuatro, ocho o dieciséis. Son los cuatro de la
foto que acompaña esta página, que dan la cara en los escenarios, o es el combo
de breakers que se ve en las competencias. Resulta difícil precisarlo. Crew
Peligrosos son todos estos y son los que pasaron y ya no bailan, pero siguen de
cerca al movimiento. Son las nuevas generaciones que se forman en la Eskuela y
que pasarán a engrosar la parte visible del grupo. Son los que se formaron y
tienen sus propios procesos en otros barrios. La Eskuela, el Crew, la familia,
son indivisibles. Al final, Crew Peligrosos es como un espíritu de querer hacer
las cosas, de tocar las puertas y enseñar, siempre enseñar.
Los primeros diez
años fueron silenciosos: sirvieron para consolidar la propuesta, crear
canciones, organizar festivales de comuna, fortalecer la Eskuela. La explosión
del Crew, como propuesta musical, se dio con la publicación de su primer álbum,
Medayork, que recoge el sonido del hip hop de los noventa mezclado con aires
latinoamericanos. Hip Hop con color local. El juego de palabras no es gratuito.
El hip hop nace en Nueva York, en el Bronx, en 1973, cuando jóvenes de pandillas
rivales se unen a cantar en los parques al ritmo de la música de Clive
Campbell, conocido como DJ Kool Herc. Algo parecido a lo que lograba el hip hop
acá. Medayork llevó al Crew a sonar en emisoras y a girar por países como Perú,
México, Estados Unidos, Francia y Suiza.
Luego vino
Madafunkies, una colección de canciones que, en su sonido, da cuenta de estos
viajes. Desde influencias del hip hop europeo y norteamericano hasta mezclas
con músicas del Pacífico y las Antillas. El álbum, producido por Hunter y Rat
Race (dos deejays que comenzaron de niños en la Eskuela), demostró que Crew
Peligrosos no está para ponerse límites.
En adelante todo ha
sido el vértigo feliz de hacer conciertos, bailar, mezclar el hip hop con
sonidos sinfónicos o con lo que sea, seguir enseñando, viajar por el mundo,
viajar por el país y ayudar en procesos sociales, compartir con otros músicos,
pintar paredes, soñar en grande, ganar reconocimientos, grabar videos que
muestran la cotidianidad del barrio, componer canciones con sentido crítico pero sin caer en una apología a la violencia.
Y cuando a Henry (a
quien todos conocen como el Jke, es decir el jeque, que significa “viejo
sabio”) le preguntan cómo lograron todo esto desde un barrio que muchos miraban
mal; cómo así y todo saltaron al mundo; cómo fueron los años de perseverancia;
cómo tocaron puertas; cómo es formar tantos jóvenes a través del hip hop; cómo
sumar voluntades; cuando le preguntan, en fin, cómo lograron este imposible,
responde, emocionado: “¿Imposible? ¿Qué es eso? Imposible no es nada”.