Como este mundo es de contradicciones, Gorki Águila (músico,
disidente, cubano) se llama así, como el escritor ruso autor de La Madre.
Como este mundo es de contradicciones, su papá es (o era, no sé)
pro-Castro, y su mamá anticastrista.
Como este fregado mundo es de contradicciones, aunque Gorki se podría
ir de Cuba y dejar atrás la opresión (él, que ha estado en la cárcel dos veces,
que no lo dejan tocar en la isla, que lo vigilan), no se va. Que se vayan
ellos, los Castro, bien lejos. ¿Por qué él?
Me pregunto en qué andará ahora ese cabrón, cómo estará fastidiando al
sistema. Porque Gorki, en Cuba, fastidia; al gobierno, sobre todo, y hasta a
otros roqueros. Desde el nombre de su banda, Porno para Ricardo, en un país
donde la pornografía está prohibida y donde ser individuo (pesar por sí mismo)
pareciera que también.
Pero no quiero hablar de política, que se me amarga el café. Quiero
hablar de una banda que en contra de todo sigue tocando.
Porno para Ricardo podría tener varios récords. Uno, el del concierto
más corto (El Balconazo: ni media canción antes de que los vecinos les cortaran
la luz y les mandaran la policía); dos, el de ser la banda más activa que menos
toca (ningún organizador de conciertos en La Habana se atrevería a ponerlos en
sus escenarios por miedo a las represalias); y tres, ser una de las más
perseguidas (por sus letras, por su imagen, por aquello que allá llaman
diversionismo: ser buenos para nada, burlarse de todo).
Aún así, Porno para Ricardo tiene siete discos (otro récord para el
rock en Cuba), algunos grabados en su estudio casero (La Paja Recold) con un
sonido punk anal-quista, cargados de
acidez y gracia. Con letras así: El coma
andante quiere que yo lo aplauda después de hablar su mierda delirante. No,
coma andante, no coma tanta pinga coma andante. O así: A mí no me gusta la política pero… yo le gusto a ella, compañero. O
así: ¿Sabes tú cómo joder a un comunista?
Se coge un spray en la fachada de su casa, Abajo Fidel, se pinta.
Ahí están, en Youtube, las canciones, los álbumes, para que los
busquen, y están las entrevistas y los comentarios de lado y lado. Insisto, ya
sin fuerzas, que en los intríngulis políticos no me quiero meter. Lo que quise
decir, lo que me maravilló de Gorki aquella tarde en La Habana en que lo
conocí, es esa testarudez suicida por seguir tocando. A veces, en contra de
todo. Sin recursos (grabando sus discos en un Pentium III), diciendo no,
componiendo canciones, y ante todo riendo. Contra la opresión, la risa. Así lo
recuerdo: Gorki, cagado de la risa, con la nevera vacía, en el apartamento que
le dejaron sus padres, en su fiesta anticastrista.
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