A dónde irán a parar las canciones huérfanas. Me refiero a las que
nunca fueron grabadas, o que aun grabadas se pierden por ahí. A veces porque
algo les falta, porque no es su sonido, o porque significan tanto para uno que
da pena presentarlas. Sobre todo esas últimas: las canciones amadas,
viscerales, que acaso si cantamos ya borrachos al final de la noche o cuando la
nostalgia nos sopla su veneno. Es raro, ¿no?, las canciones más personales, las
que más nos representan, se quedan en silencio. Para uno. O al menos así lo
siento ahora. Yo compuse una canción a mamá, y otra a Eliana; le he escuchado a
Óscar cosas parecidas. Pero nunca se nos ocurrió montarlas. Son tan nuestras,
tan grandes, que la exhibición da vergüenza. Como las cartas de amor. Y van por
ahí, perdidas, esperando un momento que difícilmente podría llegar. Tan solas.
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