Me gustan las canciones chiquitas, sin pretensiones.
Canciones como para cerrar un disco dejando un aire de calma después de la
distorsión. Pienso en dos, de nuestro rock: Amelia Earhart, de El Pez, y Simarca,
de El Colectivo. La clásica norma –que no siempre comprendemos– de que menos es
más. ¿Por qué a veces nos empeñamos en lo sobreproducido? En coros rotundos,
solos despampanantes, cuerdas y más cuerdas. Está bien, hace parte de la música
y la megalomanía también es un derecho. Pero qué bien que caen –a veces– los
paisajes en reposo. Habría que añadir propuestas como las de Insomnio de Aves o
Fumaranda, y otras más, que se me pasan. La certeza de que el rock no es
siempre subir el gain hasta lo máximo que permita el amplificador.
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