lunes, 1 de diciembre de 2008

Desde Castilla, carajo

No resisto la tentación de hacer un comentario: cómo se nota que somos grupos de barrio. Se nota en las fotos, quiero decir. En el fotomontaje de Tierra, en el fondo de casa abandonada de Sinnergia y, cómo no, el posecito de Áluna.
Va a tocar arañar el presupuesto y contratar un buen fotógrafo para la próxima.
Por lo demás, nos vemos el viernes. Es un festival hecho con las uñas y solo por las ganas de decirle a la ciudad que desde los barrios se hace rock, ¡buen rock!
Ya les contaré la historia...

viernes, 7 de noviembre de 2008

B side: La Villa (The Black Cat Bone)

Debo decirlo: lograron engañarme. Creí que era una canción de un grupo gringo, del sur de Norteamérica para ser exacto. Lo que me extrañaba era el uso del charango. ¿Una banda estadounidense con ese charango y con un intermedio andino en la canción? Pero no podía ser colombiana. Los grupos colombianos que cantan en inglés se reconocen de entrada por la pésima pronunciación del idioma, y el vocalista de este grupo pronunciaba bien. Estaba confundido. Busqué el nombre del grupo: The Black Cat Bone. Sí, dije, debe ser gringo. Pero la canción se llamaba La Villa, así, en español aunque la letra fuera en inglés. Joder. Miré en Google y sí: son bogotanos. Magnífico. Lo hacen muy bien. Conseguí su álbum: tremendo sonido. Los escuché en Altavoz. Es blues y metal y country y, en fin, buen rock. Los huesos del gato negro, como en rito chamánico, parecieran darles fuerza. Todo el álbum es bueno. Pero esta canción, La Villa, sí que me encanta. Y está, en Myspace: www.myspace.com/tbcb Fácil. Y bueno. Y gratis. Recuerden: TBCB.

No es oportuno todavía descansar

Andan de lo más de extraños. Me refiero a los chicos de la banda. Primero fue Fáber llamando a las once de la noche a contarme lo mucho que le importa el grupo, lo necesario que es que nos metamos a estudiar música y los cambios que le había hecho al Myspace de la banda. Anda obsesionado con el Facebook como un modo de promoción, anda con el cuento de que no podemos perder el ánimo y debemos seguir ensayando…
Al día siguiente llamó Juan. Nos citamos en el Periodista y, entre cervezas, me dijo que, en esta etapa de su vida, Áluna lo era todo para él. Sin mujer que le caliente la cama, sin un trabajo más allá de las canciones en los buses, la idea de un futuro se representa en la banda.
Juan Miguel, por su parte, anduvo llamado para preguntar cuándo ensayábamos, para decir que no podíamos perder el ritmo…
Y todo esto resulta extraño porque veníamos de una época de desgano, donde, como se ve en la entrada anterior, solo nos entendíamos en los conciertos y no en los ensayos.
Quizás el que este tiempo haya sido tan cenagoso los ha hecho despertar, sentir la necesidad de hacer música y jugar con los acordes. Si es así, nada mejor podría estar ocurriendo.
Supongo que todo esto se debe a que, de alguna forma, el que la banda se vaya al piso los deja –me deja- algo huérfanos. Uno se mete a un grupo –como a una religión- para pertenecer a algo. Uno quiere ir adelante, hacer cosas, vivir del arte. Es como en el amor: sentir que se tiene un espacio en este mundo, que importa para alguien.
Que el amor se acabe es como si el cura de tu parroquia resultara un farsante, como si tu religión fuera un engaño del mercadeo. Entonces quedas sin nada, como una sombra anónima entre otras sombras más…
Por eso uno no quiere que las bandas se acaben, porque uno no quiere ser un borracho aterido dando vueltas en la oscuridad. Por eso uno llama a las once de la noche o se programan reuniones para hablar con entusiasmo sobre lo necesario que es seguir adelante. Por eso uno se levanta –aunque vuelva a caer-, se levanta.
Quizás esté equivocado en mi argumento. Pero sea por lo que sea, el que esté pasando lo que está pasando –el repentino entusiasmo de todos- me alegra a sobremanera, me anima a mí también. Me hace pensar en un poema de León de Greiff que dice: “Amo aún, sueño aún. Hay mente. Hay músculo. No es oportuno todavía descansar”.

viernes, 24 de octubre de 2008

Últimas noticias desde Castilla

Pues la verdad es que andamos como ese tipo de parejas que ya no se quieren pero siguen teniendo un excelente sexo. Dicho en el lenguaje musical, los ensayos resultan aburridos pero los conciertos son geniales.
No sé si fuera mejor al contrario, pero lo cierto es que gozamos más la vida en vivo que en bobo. Y en bobo son esas reuniones soporíferas de grupo donde no llegamos a nada.
Si he de morir pronto, Señor, que sea en un escenario, no en medio de un ensayo.
Gracias muchas a La Guardia por el espacio de este fin de semana. Y a los asistentes. Es lindo ver que ya canten las canciones, aun las más popsudas.
Amén.

miércoles, 8 de octubre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

B side: Pilotoautomatico (Ciegossordomudos)

Era lógico que con un aumento de las producciones cinematográficas en Colombia aumentaran a su vez las bandas sonoras, hasta el punto de ganar cierto protagonismo, como en el caso de La Milagrosa (que es una mala película con un par de canciones buenas). Como sea, el acto de producir música para cine o de aprovechar canciones ya grabadas para la banda sonora, cada vez se abre un paso más grande en país. De ello pueden quedar cosas muy buenas: no solo porque propicien más producciones de bandas locales sino por el ejercicio de componer pensando en la historia de la película, en su clima y en su ritmo. Y no sé si la siguiente sea una canción hecha para la cinta o puesta después, pero como sea se fusionó perfectamente con ella. Tanto porque se ajusta a su ritmo (acelerado, lento, acelerado) como porque la letra define muy bien lo que vemos en la pantalla. Hablo de Pilotoautomatico, de Ciegossordomudos, la canción principal de El Colombian Dream, de Felipe Aljuere. Una canción frenética, dulce y amarga, como la historia de esos muchachitos enfebrecidos de drogas y plata. Lo mejor es que, en este caso, la película también es buena.
Así que ya saben: www.myspace.com/ciegossordomudos

martes, 9 de septiembre de 2008

Cuestión de ingenio

Jota me lo dijo alguna vez: “Los grupos son como las parejas, mi hermano, y como tal tienen sus ciclos”. Como Jota estaba borracho y trabado al mismo tiempo, no supe si lo que decía era en serio o un chistecito de la yerba y la ebriedad.

Con el tiempo me he dado cuenta que era en serio. Muy en serio.
Las parejas se conocen, las parejas se cortejan, las parejas se enamoran, las parejas se encoñan, las parejas se aburren, las parejas se desencoñan, las parejas se separan… A veces, las parejas se casan y logran negociar con el amor y tener una vida soportable, incluso digna. A veces no resulta así. A veces las parejas se odian. A veces las parejas siguen juntas mientras se odian. A veces las parejas prefieren llamar al abogado.

Los grupos son parejas de tres, de cuatro, de cinco o de veinte. Como sea. Parejas que incluso llegan a casarse y tener muchos disquitos. O parejas que después de un par de polvos se mandan a la mierda. Hay de todo. Pero lo cierto es que siempre pasan cosas. Lo cierto es que el amor eterno es un eufemismo de Jorge Isaacs. Lo cierto es que, aún así, hay salidas.

No sé si existan sicólogos para grupos de rock. Sonaría cursi. Tampoco creo en los sicólogos, pero creo en el ingenio. Como lo dijo cierta escritora francesa: “El amor es una pieza de teatro en que los actos son muy cortos y los entreactos muy largos. ¿Cómo llenar los intermedios sino mediante el ingenio?”. Y no sé a dónde quiero llegar con todo esto, quizás solo a decir que, como en todas las parejas, los grupos tienen sus momentos de dicha, de tedio o de lejanía. Para todos ellos es el ingenio –otros podrían llamarlo “el amor al arte”- la mejor manera de sobrellevar todo lo que venga.

viernes, 5 de septiembre de 2008

B side: El Caminante (Sicotrópico)

Es la misma canción, solo que desnuda. Sin las vibrantes trompetas ni el melodioso piano de la original. Sin ese timbre del gran Joe ni ese ritmo acelerado. Pero aún así es una buena versión: distinta, lenta, más triste…
Sicotrópico, banda barranquillera, se metió a hacer de El Caminante de Joe Arroyo (sí, aquella que dice “si alguna vez preguntan quién fue tu amante diles que fue un caminante que la vida trajo aquí”) una canción trip hop, sin visos de salsa, con una voz femenina que arrulla. Experimento que pudo haberles quedado muy mal (jugar con los grandes héroes de la música siempre es arriesgado) pero les quedó de lo más bien.
Así que ahí está para que la escuchen: www.myspace.com/sicotropico Como dije, es la misma... pero desnuda.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Carta a La Ameba

Apreciadísima Ameba:

Grata se me hace su visita por este humilde rincón de la red. Ya la extrañaba, os aseguro, pues siempre será preferible el agrio sabor del veneno que el insípido soplo del silencio. Oh, Ameba, inmarchitable amiga mía, debo confesar que soy tan cercano de las púas que no me molestan ni siquiera cuando las lanzan hacia mí. Así que sigue con tu oficio de puercoespín, mi paladín ponzoñosa, que es en la acidez de la crítica y no en el tibio comentario amiguero de donde se extraen las más vastas conclusiones.
No sabe cuánto quisiera que se acercara a mí y que hablásemos frente a frente, sobre todo después de los conciertos donde –como en los lanzamientos de los libros- todo parece delicia y son escasas las cabezas frías que sean capaces de lanzar un comentario objetivo.
La quisiera conocer, aún con su sucia manera de decir las cosas, porque en este mundillo del arte provinciano sobran las caricias al ego y escasean los puñetazos.
Ameba, no desfallezca. Sé que no gustas de Áluna y eso me encanta. Siempre me han parecido sospechosas las corrientes que atraen a todo el mundo. Pero más allá de esto, el que nos califiques como una banda mediocre y sin imagen me llena de ganas por seguir componiendo, bajo la esperanza de que algún día mi mente suelte una canción tan buena que llegue a gustarte. En otras palabras, mi cara amiga, tu crítica salada me levanta las ganas por mirar al frente, por ganar autonomía y no ser como ciertos parásitos intestinales que solo se alimentan de lo que otros producen, incapaces de sellar con voz propia su paso por la tierra.
Esperé pues que siga visitando este blog. Doy mi palabra que recibiré con brazos abiertos cada uno de sus mensajes.

Su fiel amigo,
El Purgante.

viernes, 29 de agosto de 2008

B side: No sé si volverá (SuperLitio)

Superlitio se define como una pepa gigante que lo hace pasar a uno tremendamente bien. No se equivocan. Desde su primer álbum, Marciana (1997), esta banda caleña dejó en claro que nadie podía quedarse quieto ante su música. El funk, el hip hop, el rock…, mezclas de ritmos que aún así mantenían un sonido compacto y enérgico.

Aquel álbum, Marciana, sí que llegó para refrescar el rock nacional. Grabado en solo treinta horas, era un disco sucio y callejero, con una sobredosis de wua y de redoblante. Canciones como Carnavalito, Monsters o Funky Bom Bom estaban ahí para demostrar cuán agresiva podía ser una banda sin dejar de ser divertida, sin dejar de provocar el efecto de un superlitio.

Un par de años después llegaría Sonido Mostaza, un álbum mucho mejor grabado pero a mi modo de ver más inconstante. Es decir, si bien tenía canciones geniales como Súper Hassan, Negro sol, negra Luna o 132 M.P.H., otras eran simplemente descartables.

Sin embargo, Sonido Mostaza sería la producción que lanzaría internacionalmente al grupo, que lo haría cerrar Rock al Parque y otras tantas aventuras de una banda que ya no estaba para quedarse solamente en Cali.

Es así como en 2004 viajan a Estados Unidos y graban Tripping Tropicana, producido por Tweety González. Un disco más comercial pero que no pierde el estilo SuperLitio. Tripping Tropicana, con sus mezclas de cumbia y salsa y cierto sonido electrónico, los lleva por Latinoamérica y España, los hace rotar (con el video de Qué vo hacer) por Mtv.

Y es precisamente en este álbum (y en su MySpace: www.myspace.com/superlitio) que encuentro la canción de la semana: No sé si volverá. Una muestra del cambio que ha dado la banda, de su intensión por aprovechar cada vez más ritmos y buscar otros sonidos. Una canción que se defiende simplemente con un piano, una guitarra y unos bongoes. Uno de esos cortes que son perfectos para cerrar un disco. En este MySpace también está Perro come perro, que seguramente ganará el premio Shock a mejor canción en una banda sonora de película. Y también están, en su página http://www.superlitio.com/, apartes documentales de su última producción. También está, implícito en todo ello, el ejemplo de una banda que nunca se ha quedado quieta, que desde ya tiene varias páginas aseguradas en la historia del rock del país.

domingo, 24 de agosto de 2008

B side: Macho de Monte Suite, Cienfue

Cienfue no es fácil de olvidar. Uno se lleva sus riff es la cabeza, uno se va tarareando sus estribillos. Cienfue es guitarras y buenas letras. Una actitud independiente que demuestra que el buen rock no es solo gringo. Un chico de por ahí, de Panamá o de toda Latinoamérica, que compone canciones con alma. Cienfue tiene fuego en lo que hace.
Y fuego es lo que despliega Macho de Monte Suite, la canción de esta semana. Una mezcla de rock y folklor panameño. Una canción de esas que nacen en los ensayos y quedan de lo más bien. Como para empezar un concierto o para cerrarlo. Pero si de recomendar se trata, no se queden sólo en este single, escuchen todo el álbum: un sonido crudo, social, sincero. El talento de un chico en llamas.
www.myspace.com/cienfue

martes, 12 de agosto de 2008

Ese gánster que llaman dinero

Es decepcionante la idea de que el cochino dinero, el vil metal, el escaso billetico, las lucas, la money, la platica o como quiera llamársele, tenga tanto peso para la supervivencia de una banda. Y es decepcionante porque, en esencia, el dinero no existe, es una convención. Sólo que esta convención intrascendental comienza a ganar trascendencia con el paso del tiempo. Son las sucias reglas de la vida. O no: las sucias reglas del sistema.

El caso es que, con dos años y medio encima, el asunto de la plata dentro de Áluna comienza a ser un verdadero problema. Como se sabe, Juan es un cantante de bus, y cada vez más espera que Áluna le ayude a llenar el vacío de su nevera o al menos le dé una manito con su arriendo. Y eso hasta ahora no ha llegado. Y lo que es peor: no se vislumbra temprano.

Aún con la caída del dólar, los instrumentos en Colombia siguen siendo caros. Aún con los sistemas de grabación caseros, llegar a un buen estudio –porque no todo puede hacerse en casa- sigue siendo caro. Editar un video cuesta. Conseguir un excelente productor sí que más. Ni hablar de la impresión de carátulas o la maquila de cds. Todo es plata, señores.

“¿Y los conciertos no dejan mucho billullo?”, pregunta la gente. La respuesta es negativa. Le dejará millones a Juanes, claro, pero a una banda no reguetonera no le deja más que entretenidas experiencias mientras su cuenta bancaria sigue llorando ceros a la izquierda.

Vemos pues cómo nuestras ganas de hacer cosas se estrellan contra la realidad de una economía que nos juega en la contra. No tenemos ni pal taxi, ni para un simple pendón. No tenemos con qué grabar un nuevo disco o con qué pagarle a Habichuela. No tenemos, jueputa, todos ganamos mal. Así que si preguntan por qué no hemos editado más canciones ahí está la respuesta. Lo mismo para los videos u otros asuntos de promoción.

Pero frescos, seguimos ensayando. Amamos la música y eso es lo más importante.

Sólo falta ver cuánto aguanta el amor con hambre. De pronto ahí está la prueba más trascendental de todas.

La canción de la semana: Rubia como la Monroe (Pala)

Mi problema con los llamados cantautores (por lo menos los de Medellín) es que de entrada me dan pereza. Ir a un show de cualquiera de ellos es, de alguna forma, como asistir a un recitalito años 70 donde todos parecen emular a Víctor Jara o a Facundo Cabral o a Silvio Rodríguez. Han pasado más de treinta años y las canciones siguen sonando igual, no nos digamos mentiras. Se quedaron cantándole a la lucha proletaria, al amor “que se viste de verano” con mucho de Ana y Jaime y poco de Pablus Gallinazus.

Lo curioso es que casi siempre son buenos músicos, de una voz trabajada y buenas guitarras. Pero ese estilito anquilosado en la revolución del 68 ya huele a naftalina. Y vaya si da sueño.

Por fortuna hay excepciones, como Alejo García, que suena fresco y vital, o como este señor Pala, que aún con sus versos rimados logra componer canciones emotivas y actuales. Y una de ellas, Rubia como la Monroe, es la elegida de la semana.

“Hey, vamos a ver qué tal nos ha tratado el día. Vos a punto de arder y yo con mi melancolía”, dice para empezar, con cierta sensualidad en la voz, casi como un reto. Al rato, entra a un coro alegre, que contrasta con el inicio. Pero lo que más me gusta de la canción es su final, cuando cierta chica recita un fragmento del Discurso de Eva, poema de Carilda Oliver (que de paso vale la pena que lean).

En fin, Rubia como la Monroe demuestra que no todos los cantautores de Medellín son como para quedarse dormido. Y la pueden encontrar en www.myspace.com/amnesialand

miércoles, 6 de agosto de 2008

B side (canción de la semana)

Soy fácilmente enviciable. Por ello, en los dos meses que llevo con internet en casa no logro conciliar el sueño si antes no me doy una pasadita por la red. Y allí, en ese universo de información donde tantos platos son basura, encuentro también delicias de gourmet: You Tube me llevó a ver vídeos que ya creía olvidados y otras tantas obras maestras desconocidas. Blogger me ha hecho descubrir promesas literarias que desde ya me provocan envidia (recomendados: Camilo Jiménez y su Paja en el ojo, un señor Mosquera con su Lluve Love, cierto chico al que apodan Godeloz con sus Crónicas Vagabundas y un Padre Responsable y sus ejercicios de escritura automati-k). Pero quizás en lo que más me sumerjo es en MySpace. Es comprensible. Si bien lamento que el sistema sólo deje subir unas cuantas canciones y no un álbum completo, es un abrebocas para descubrir cierta música y algunos artistas que de otro modo difícilmente llegarían por estos lares. También me ha abierto el panorama sobre lo que se está produciendo en Medellín, lo bueno y lo malo. Y ha llegado a ser tan corriente en mis días que termino por hacer cierto top de las canciones escuchadas en la semana.
Así que, ya que casi nunca se me ocurren temas para actualizar este blog, he decido crear una sección. B side será como la banda sonora de mis días, de estos días. Para ustedes, una sugerencia no más, una simple muestra de lo que ando escuchando (no sé por qué hablo en plural si a este blog sólo entra Juliana, Dios te bendiga, reina).
Para comenzar, y sin más introducciones, mi invitación es a que visiten www.myspace.com/franciscavalenzuelam, una chilenita que a sus veinte años se defiende sola con su voz y su piano. La canción de la semana es a la vez nombre y adjetivo que define muy bien lo que van a escuchar: Dulce (sí, lo sé, tiene un timbre de voz parecido al de Julieta Venegas, pero como sea la canción es buena).
Ya vendrán luego otras canciones, otros artistas.

viernes, 25 de julio de 2008

La libertad del vagabundo

Ahora sé lo que sienten los futbolistas cuando juegan fuera de casa. Tener la tribuna en la contra es tan deprimente y a la vez tan estimulante que siempre traerá sorpresas. Muchas veces, como en el caso del fútbol, goleadas inesperadas al equipo de casa. U otras, como los espectadores lo esperan, derrotas monumentales.

Y quién lo creyera, a veces pasa igual en la música, como cuando un promotor de espectáculos, tratando de atraer toda clase de públicos a su evento, pone a Odio a Botero a que abra el concierto de los Gigantes del Vallenato. El resultado, como es de esperarse, suele ser desastroso, sobre todo para el primero.

De alguna forma vivimos algo parecido en el concierto del fin de semana, en La Jícara. Un cantante que se hace llamar El Buitre nos pidió que le abriéramos su concierto. Como el hombre es de Castilla, nuestro barrio de desamores, pues cómo no hacerle el favor. El Buitre se comportó muy atento en todo. Aseguró un buen sonido, el transporte de los equipos y hasta cerveza ilimitada. Lo que no imaginamos es que este peculiar personaje fuera tan popular en su barrio y que los habitantes de éste, seguidores del cantante, fuesen tan fervorosos en su afición.

Tanto así que casi no nos dejan tocar. Desde mucho antes de subirnos a la tarima demostraron que a quien querían ver allí aquella noche era a El Buitre y a nadie más. ¿Y nosotros qué?, le preguntamos a la a la estrella de la noche. “Ustedes toquen”, nos dijo.

Y tocamos. Sólo había un par de seguidores de la banda que no se pierden ni los peores conciertos, pero tocamos. Lo teníamos todo que perder desde el principio. Todo un barrio en la contra. Pero entonces aplicamos esta lógica inversa: si teníamos todo que perder es como si no tuviéramos nada que perder, y no tener nada que perder te da la libertad del vagabundo.

Entonces levantas los hombros y nada importa. Tocas. Que la música haga lo suyo. Será por eso que a pesar de todo disfruté aquel concierto.

lunes, 14 de julio de 2008

El mundo en el escenario

Creo que por fin estamos listos para tocar. Quizás no en grandes escenarios, nunca en estadios. Pero sí en los bares, en las calles, en un teatrito, en aquellas terrazas de las casas de los amigos donde siempre habrá vino barato y algún borracho bailando con su sombra. Listos para tocar, sí, lo que quiere decir que de alguna forma hemos logrado entendernos en la tarima, improvisar un poco ante las dificultades y no morirnos de pánico cada vez que un cable se dañe o el micrófono del vocalista empiece a pitar. Pero ante todo, porque hemos comenzado a sentir la alegría del escenario, la secreta magia de las canciones.
Recuerdo que los primeros conciertos fueron hace casi dos años, en la casa de Fáber, ante su familia y uno que otro aparecido. Tocábamos siempre las mismas cinco canciones: Fuera de mí, Desierto de piel, A quién le puede importar, Mundo de Fuego y Silencio. Pero no éramos una banda, éramos cuatro manes tocando cinco canciones.

Hace un año, en La Guardia, fue el primer concierto oficial. Ya habían llegado La Rebelión y Tierra y olvido. Ya habían pasado otros seudoconciertos: uno en la terraza de la casa de El Pollo, en el que Juan terminó peleando con un borracho; otro en la calle, al pie de la iglesia de San Judas, al que sólo asistieron los transeúntes que por ahí pasaban; otro más allí mismo, meses después, frente a cuarenta niños malvados, y otro en una especie de coliseo del que no me acuerdo muy bien, pero salimos aburridos. Ah, y uno más en el bar de Mañas, como a las tres de la mañana, cuando ya todos estaban dormidos.

Después de aquel concierto en La Guardia, días después nos presentamos en otro par de bares y en la Casa de la Cultura de Ávila, quizás el concierto que para nosotros fue el más triste, porque poco antes de tocar nos dimos cuenta que nos habían robado la mejor guitarra que teníamos.

Para rematar el año, tocamos otra vez donde Mañas, en una presentación cargada de ruido y ebriedad. Y otra vez, a las tres de la mañana.

Visto así, el balance parece lamentable, pero no lo es. Sólo que así han sido las cosas. Gracias a todos estos conciertos de poca monta, sin afiches publicitarios ni entrevistas radiales, hemos conocido otras bandas de garaje cargadas de sueños, algunas de ellas bastante buenas. Hemos conocido gentes de todo tipo (incluso algunas que parecieran salidas de una película de Almodóvar), enamoradas del arte. Nos hemos conocido a nosotros mismos, de cierta forma. Y ante todo, al poder de las canciones.

Hasta que llega este año, que ya va por la mitad, y en el que hemos tocado un par de veces: en Nuestro Bar y en Keops. Sobre el concierto en Nuestro Bar no sé qué pensar, pero lo que sí sé es que la presentación en Keops de alguna manera cambió las cosas: fue la primera vez que probamos sonido, que nos dimos el tiempo para revisar cada detalle. En vivo, improvisamos un buen rato –lo que se conoce como una jam sesion- y el contacto con el público fue cercano. Nos sentíamos tranquilos, dejando que la música fluyera, apoyados por Felipe en el sonido. No hablábamos mucho entre canción y canción, más bien dejábamos que las tonadas hicieran lo suyo. De veras, la estábamos pasando bien.

Entonces lo comprendimos: estamos listos para tocar.

sábado, 5 de julio de 2008

Áluna t.v.

Es una de las sensaciones más extrañas que hay: la de encender el televisor y encontrarse allí, en la pantalla, entre luces multicolores y con cara de tonto. Fue lo que me pasó ayer. Comencé a pasar canales y de pronto veo, sin esperarlo, a Áluna en uno de sus peores shows: el presentado para el programa Tardes de Concierto, de Canal U, el año pasado.

Sabía que Canal U se había quedado hace poco sin presupuesto, ¿pero tan mal estaba como para que se encontrara repitiendo sus peores programas? Diablos, yo que creía olvidada aquella tarde del desconcierto de repente me la encuentro de frente, con Juan como un rolling stone de pueblo, Óscar con el pelo más corto y yo, con mi camiseta de siempre. Aún no había entrado Juan Miguel a la banda y las canciones suenan planas, sin fuerza.

Y no vale la pena entrar a llorar ahora por lo que hicimos en el pasado. Seguro vendrán otros conciertos igualmente malos. Pero verlos en televisión, tiempo después, es perverso: como si una voz satánica y memoriosa te enumerara al oído tus peores defectos.

Lo peor son las llamadas y los amigos y enemigos enviando mensajes de texto para decir que te vieron por televisión. Y uno con ganas de decir que no, que ése no es uno, que es uno más o menos parecido a uno con una banda más o menos parecida a la tuya y unas canciones particularmente parecidas… en fin.

Y sí, uno aprende, aprende mucho de conciertos así. Aprende que la televisión es una mentira pero necesaria para asuntos de promoción. Aprende que para tocar en vivo hay que cuidar muchos más detalles de los aparentemente evidentes. Aprende que lo que no se resuelva en los ensayos, nunca jamás va a resolverse ante las cámaras ni mucho menos frente al público. Eso sí que se aprende.

miércoles, 2 de julio de 2008

Áluna en MySpace

Los Arctic Monkeys lo demostraron: la industria de la música había cambiado. Una banda podía llegar muy lejos sin casas disqueras y sin siquiera prensar discos. Más bien valiéndose de un recurso que para entonces –finales de 2004- era poco popular: el MySpace, ese sitio web de interacción social donde grupos de música pueden subir sus canciones.
Si bien los Arctic terminarían firmando con Domino Records, dejaron en claro que lo indie había llegado a otro nivel.
Poco después, cientos de bandas de todo el mundo le seguirían el ejemplo, convirtiendo a MySpace en lo que es ahora: un sitio en internet con más de 200 millones de usuarios y cerca de 300 mil nuevos cada día.
Así que no podíamos quedarnos por fuera, y aunque estamos seguros que no tendremos ni el 0.01 por ciento del éxito de los Arctic, igual nos sumamos a este recurso de promoción.
Y bueno, la invitación es sencilla: visite www.myspace.com/alunamusica (que me costó horas aprender sobre cómo montar el perfil, las fotos, canciones y demás) y encuentre otro pedazo de Áluna en la red.

sábado, 21 de junio de 2008

La ciudad del casi

En cuestión de conciertos, Medellín es la ciudad del “casi”, o la del “estuvo a punto de venir”. Poco a poco nos hemos venido acostumbrando a los desplantes, a la desazón, a tener que viajar a Bogotá para ver los conciertos que aquí no llegan.
Pero no, uno no quiere que sea en Bogotá, uno quiere que sea en Medellín. Uno quiere ver a los Write Stripes acá, en el Orquideorama –que a la postre se ha convertido en el único escenario decente en la ciudad- o en cualquier otro sitio. Uno quiere ver a Brian Molko y luego salir a comer perro en la ochenta. Uno quiere, por Dios, tener la posibilidad de soñar a Björn en esta tierra.

Pero a quién trato de engañar. Si los impuestos son altísimos. Si no hay quien tenga un sonido decente. Si la inseguridad. Si esto. Si lo otro. Si, al final de cuentas, los medellinenses somos pocos y para colmo tenemos el mal de la tacañería: nos duele pagar una boleta.

La vaina es que uno no puede estar viajando a Bogotá. La vaina es que sale caro. La vaina es que suena como un contrasentido que grupos que aquí tienen una fanaticada bastante amplia por acá ni se aparezcan. La vaina es que esta es la ciudad del casi.

Por eso no me sorprendió cuando me dijeron que Robi Draco, que estaba programado para julio, ya no iba a venir. Y que la presentación de Calamaro, que al parecer estaba confirmadísima para octubre, ahora se encuentra en duda. No me causa sorpresa, pero sí me da tristeza. Porque otra vez nos perdemos de ver buenos músicos en un momento especial, sobre todo por Draco y su teatro del absurdo.

Es la misma tristeza que sentí cuando cancelaron el concierto de Kusturica, la misma desazón que cuando dijeron que no, que a qué iba venir el viejo zorro de Tom Waits a estas montañas.
Snif. Habrá que esperar a ver con qué pañitos de agua tibia nos consuela Altavoz. Mientras tanto, los conciertos en Medellín seguirán siendo una especie de mito urbano, un chismorreo, una ilusión, una espera. Y luego, un desconsuelo.

jueves, 5 de junio de 2008

lunes, 26 de mayo de 2008

viernes, 16 de mayo de 2008

A la sombra del olvido

- ¿Está seguro?


- Claro, hombre –dice el sepulturero-: esta es la tumba de los hermanos Hernández.

Resulta difícil de creer. ¿Cómo es que este bloque de cemento a ras de tierra, sin inscripción alguna, sin flores frescas ni marchitas, sin mayor honor, sea la tumba de los primeros exponentes internacionales de nuestra música andina?


- Pero parece que la van a restaurar –comenta el sepulturero al ver mi decepción.


- Parece, claro –digo entre dientes, irónico, algo triste.


Es un sábado gris en Aguadas. Un sol que desde aquí se ve blanco como una luna llena se esconde tras la bruma. No sabe uno si va a llover o no. El clima en este pueblo es engañoso.


- ¿Y usted sabe quiénes fueron? –le pregunto al sepulturero.


- ¿Quiénes? ¿Ellos, los Hernández? Claro, hombre –dice con orgullo-: unos músicos los verracos.


- ¿Pero los ha escuchado?


El sepulturero guarda silencio. Piensa. Y dice:


- Pues la verdad, no. Pero que fueron unos verracos, fueron unos verracos. Eso es lo que dicen.


Esto es, en general, lo que se sabe en sobre los hermanos Hernández. Acaso algunos sepan que recorrieron continentes ofreciendo recitales o que inventaron instrumentos, pero de su música se conoce muy poco. Casi nada. Pienso entonces en una de las prosas apátridas de Juan Ramón Ribeyro, aquella que dice: “Como el centenario, nada nos llevaremos, ni la ropa sucia, ni el tesoro. Algunos dejarán la obra, es verdad. Será lindamente editada. Luego curiosidad de algún coleccionista. Más tarde la cita de un erudito. Al final algo menos que un nombre: una ignorancia”.




Salgo del cementerio caminando entre la bruma, pensando en los Hernández. Verracos, ellos, sí. Héctor, Gonzalo y Francisco, los tres reyes magos de la música colombiana, como alguna vez fueron llamados. Máximos cultores del folclor indoamericano, los calificó en su momento el New York Times.


Aguadeños los tres. Héctor, el mayor, nacido en 1898, llegó a considerársele como el mejor guitarrista latinoamericano; Gonzalo, nacido un año más tarde, compositor insigne e instrumentista eficaz de su tiple polifónico; y Francisco, también compositor, elegante en su bandola, nacido en 1903.


Ellos, los hermanos Hernández, algo feos y bastante aventureros, aprendieron a tocar desde muy chicos gracias a su madre y a sus tíos, hicieron parte del coro de la iglesia de este pueblo, ofrecieron sus primeras serenatas por las calles coloniales de una Aguadas aún campesina.


Hasta que en 1921 marcharon hacia Manizales y otro panorama se abrió ante sus ojos. El talento de este trío no pasó desapercibido y comenzó entonces una época de conciertos y de viajes, época que duraría más de 20 años y que los llevó a conocer otros ritmos y países.


De Manizales a Honda, de allí a Barranquilla, de Barranquilla a la Costa Atlántica, de un lugar a otro, los hermanos Hernández ofrecían conciertos que fueron siempre aplaudidos ya fuera por sus buenas interpretaciones o por el innovador serrucho melódico, un invento de Héctor consistente en sacarle notas armoniosas a un inocente serrucho, notas que bien podían llevar la melodía de una obra clásica, de un pasillo o de un ritmo costero. “¡En las raras lamentaciones de un simple serrucho de carpintero, se escapan sonido quejumbrosos, semihumanos… melodías emotivas… acariciantes…”, escribiría maravillado un periodista mexicano luego de uno de los conciertos.


Los hermanos Hernández viajaron por Venezuela, por Colombia, por Costa Rica, por Puerto Rico, por Haití, Santo Domingo, Cuba, México… Alternaron presentaciones con Margarita Cueto y Agustín Magaldi, fueron amigos de Carlos Gardel. Sus conciertos eran una mezcla de música clásica, música colombiana y música de la región que visitaban. Así, podían comenzar con arias de ópera como la Visi d´arte de Tosca, en el intermedio interpretar el pasillo Cadenita de Oro y terminar con Juan Talamera, si estaban en Cuba, o con Allá en el Racho Grande, si el concierto era en México.


Esta capacidad de adaptarse a los ritmos de cada país, esa mezcla de clasiquismo y sonidos populares, su interés por aprender a tocar nuevos instrumentos, le dio un aire universal a sus interpretaciones, siempre resaltando el hecho de que eran colombianos. “Los infinitos matices de una orquesta reproducidos magistralmente por un tiple, una bandola y una guitarra colombianos”, escribió acerca de ellos el periodista Dan Malone del Filadelfia Inquirer.


De México pasaron a Estados Unidos, donde vivieron doce años y se desarrolló la parte más importante de sus carreras. Debutaron en Broadway, musicalizaron películas como Ramona y Simón Bolívar, llegaron a tocar en teatros tan conocidos como el Capitolio, el Paramount, el Palacé, el Rivoli y el Roxy, y en ciudades como San Diego, Tucson, Denver, Chicago, Cleveland, Maimi y Atlanta, entre muchas otras; grabaron canciones para la R.C.A. Victor y la C.B.S, e incluso ofrecieron recitales para la Unión Panamericana y frente a presidentes como Hoover y Roosevelt.


El Gobierno colombiano los nombró agregados culturales y divulgadores oficiales de la cultura musical de nuestro país. Luego, ofrecieron conciertos en ciudades de Portugal y España, y en otras como en Marsella, Lyos, Niza, Burdeos, Estrasburgo, Grenoble y Ruan; viajaron por Italia, Inglaterra y el norte de África, y en Suramérica ofrecieron recitales en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Ecuador. “Los hermanos Hernández son a su tiempo lo que son hoy Juanes y Shakira, con el agregado de valentía, de su capacidad de abrirse caminos, de ser los primeros artistas en Colombia en sacar la música andina a todo el mundo, de inventar instrumentos como el serrucho melódico y el botellófono, y de aprender a tocar otros como el split, el xilófono o el violín chino”, me comentaría luego Gustavo Jaramillo, uno de los pocos aguadeños conocedores de la obra musical de estos intérpretes.


De regreso a Colombia, hacia 1936, fundaron la sociedad Sayco, por la defensa de los derechos de autor, y una academia de música en Bogotá. Pero en 1948 llegaría la muerte de Héctor, lo que le dio fin al trío. Hacia 1958 murió Gonzalo y 12 años más tarde Pacho. Y ahora uno a va a su tumba y se pregunta: ¿así es como termina todo? ¿Por qué en este país será tan fuerte la sombra del olvido?

viernes, 25 de abril de 2008

Una revolución de peluche


Con mucho entusiasmo, los radioescuchas de Medellín recibimos el regreso de Radioactiva, la emisora que marcó por muchos años nuestro gusto musical, en la que por primera vez escuchamos a Nirvana y a los Smashing Pumpkins y a toda esa onda que a mediados de los noventa se le llamó música alternativa.

De Radiactiva venía el humor negro de Martín de Francisco y Santiago Moure, y muchas de las bandas de rock local llegaron a nosotros por esta emisora.

¡Y ahora volvía!, luego de años sin emisión. Pero… o el tiempo me ha vuelto muy amargado o esta Radioactiva que regresó es particularmente mala. Tan mala que no logro sintonizarla por más de media hora. Me aburre. Pareciera anclada en 1995. Y nosotros ya no somos los mismos.

Ni siquiera ella misma, Radioactiva, es la misma: es peor. Tan conservadora como cualquier programa de la emisora Minuto de Dios. Tan comercial que no se atreve a proponer canciones que no sean de melodías empalagosas que van a la fija con cierta clase de oyentes. Tan rebelde como un peluche. En fin: bobalicona y sonriente, para nada alternativa, es esta nueva Radioactiva.

De ser por esta emisora, el rock hecho en Medellín se resumiría en Tres de Corazón, Pop Corn y Rey Gordiflón. Y menos mal no es así.

De ser por esta emisora, la mejor banda de la actualidad sería Chemical Romance. Y menos mal no es así.

De ser por esta emisora, lo mejor de lo mejor ha sido Creed de Radiohead y desde allí no se ha producido nada bueno. Y menos mal no es así.

Así que no me hace falta Radioactiva. Me recuerda cierto cuento que leí alguna vez, en el que un hombre esperó y esperó a su mujer amada, y cuando volvió a verla se dio cuenta de que ya no la amaba. Que prefería su recuerdo.

lunes, 21 de abril de 2008

Un momento de verdad

Se nota cuando la banda la está pasando bien allá arriba, en el escenario. Se nota, incluso, en la calidad de las canciones, en el alma del show. Se nota, como se notó en el concierto que hace poco ofreció Burkina en el teatro Camilo Torres. Los chicos se sentían tan bien tocando juntos que hubo espacio para las improvisaciones, los chistes y los descaches. Porque los buenos conciertos no son redondos como un anillo: tienen sus aristas, salidas de tono, frases fuera de guión. Y eso es precisamente lo que los hace más sinceros, más humanos.

Un buen concierto no es aquel de interpretaciones perfectas y sonido impecable. Las interpretaciones y el sonido son indispensables, desde luego, pero un buen concierto, más que esto, es el que logra crear un momento de verdad entre la banda y el público. Una pequeña burbuja de tiempo donde la música y las ideas cobijan a todos.

Por eso me gustan tanto los bares, porque se prestan para ello. Pero un momento de verdad puede ocurrir en cualquier sitio. Incluso en los conciertos que no son, teóricamente, conciertos, como cuando cuatro vagabundos se reúnen alrededor de cánticos improvisados en el parque de Bolívar y no existe más tiempo que ese que están viviendo.

Solo que los conciertos así son escasos. Tan escasos que cuando se viven ni el público ni la banda podrán olvidarlos con facilidad. Seguirán hablando de ellos por años, ganándose un espacio en el baúl de los buenos recuerdos.

El concierto de Burkina –entre ska, swing, sonidos colombianos y teatro a reventar- fue un momento de verdad.

viernes, 28 de marzo de 2008

Los monicongos de la Kole

Los monicongos de la Kole nacieron en Perú, en medio del exotismo del Machu Picchu y las profundidades místicas del Cusco. Quizás, ya venían en su mente desde la temporada en que vivió en México y conoció la multiculturalidad de este país, su colorido, el sabor picante de todo. Pero fue en Argentina donde los monicongos, gracias a las enseñanzas de Male, adquirieron vida propia.

Sé que todo esto que digo suena enredado, saltando de un país a otro, pero así fue. Los monicongos de la Kole son una especie de animalitos pintados en acuarela que se parecen en algo a los criptogramas de los incas, aunque tienen mucho del color de los aztecas. Son una familia innumerable que la Kole va pintando sin darse cuenta, en libreticas que le duran menos de un mes y que terminan guardadas en cajones de su casa en Santo Domingo, el pueblete frío, feo y faldudo de ya saben quién.
Para nuestra fortuna, los monicongos saltaron del pincel y se fueron instalando, uno a uno, en las carátulas de nuestro primer demo (hace un año ya). Y ahí quedaron: 87 en total, todos distintos. Algunos más bellos que otros, es posible, pero todos particulares.

Mucha gente compró el cd no por la música, sino por ellos, los monicongos. Les parecían tan raros y originales que querían uno. ¿Dónde quedaron repartidos, entonces, esas 87 acuarelitas diferentes? No tengo idea, acaso sé que vendí uno o dos a mis amigos. Pero los demás, supongo, están por ahí, regados por la ciudad, algunos perdidos entre montañas de cds y otros valorados como lo que son: una pequeña obra de arte.

La Kole nos los regaló a cambio de nada. Tardó días en pintarlos todos y sin embargo no pidió ni un solo peso por ellos. Desde entonces muchas otras personas le han ofrecido ayudas al grupo sin esperar compensación. Es allí cuando reafirmo aquel dicho popular que dice que es mejor tener amigos que plata. Es cierto. De no ser por ellos (los que no se pierden conciertos como Alejandro y Sandra, los que ayudan en la promoción como Juliana y Fabio, los que colaboran como músicos invitados como Felipe, los que abren espacios para toques como Umaña, los que prestan amplificadores como Alexander, los que se montan en el cuento de los video clips como El Saya, Juan Miguel y Diego, los que realizan los diseños gráficos como Alonso, los que tocan con nosotros como los Bizarro, los que critican la música con altura…), de no ser por ellos, digo, ¿qué sería de Áluna?

martes, 11 de marzo de 2008

El paraíso Sade

De cada veinte mensajes que llegan a nuestro correo electrónico, 18 de ellos son de contenido pornográfico, uno más contra Chávez y otro de algún desconocido invitándonos a hacer parte de Facebook.

Como verán, son casi nulos los comentarios a la banda –qué le vamos a hacer- pero nos queda el consuelo de tantas fotos caseras de mujeres desnudas que se suman a diario a nuestra bandeja de entrada.

Todo esto se debe a grupo cuasi secreto, al que no sé quién nos inscribió, y que nos suministra pornografía legal para alegrar las soledades. Se llama el Pander Club, nació en Medellín, y quien lo creó seguramente no imaginó que su guachafita de enviarle correos calientes a sus amigos terminaría creciendo tanto.

Cada día, el Pander gana más adeptos que una iglesia cristiana. Al parecer, cada quien tiene en su computador personal alguna rareza sexual en imágenes que vale la pena que otros conozcan.

Y no voy a entrar aquí en disquisiciones sobre la pertinencia de la pornografía en un mundo tan cargado de problemas serios, ni mucho menos sobre el trato a la mujer o sobre la ingente cantidad de dinero que mueve la industria del sexo. Lo que el Pander envía es, como dije, pornografía legal, sin menores de edad involucrados ni atropellos más allá que los envistes de la relación carnal. Además, hay que reconocerlo: resulta más atractivo un mensaje del Pander que las peleas bobaliconas de Uribe-Chávez-Chávez-Uribe o esas fábulas con música de Vivadi que nos llaman a cambiar el mundo. El mundo, señores, no va a cambiar. Y para soportar eso está la pornografía.

Gracias al Pander nos hemos enterado de las extravagancias sexuales de Britney, de la cruzada de piernas sin calzones de Laura Acuña y de las maratónicas acrobacias de Angie Cepeda, por sólo mencionar los mensajes que tienen que ver con famosas.

Este club nos mantiene al tanto de las producciones triple equis colombianas, y de las muchas extrajeras. Aunque muchos mensajes no valgan la pena, algunos de ellos son tan curiosos y amateur que en verdad resultan estimulantes.

Y no seamos mojigatos, que así como se le da la Cruz de Boyacá a tantos lagartos que no se la merecen, deberían entregar un reconocimiento de estos a proyectos que, como el Pander, sólo buscan distraer la mirada de los millones de voyeristas que habitamos este mundo.

Así que mientras alguno de ustedes se digna a escribirnos, seguiremos con el consuelo –no menor en todo caso- de la pornografía. Porque hay que decirlo: de no ser por el Pander –ya que casi nadie nos escribe- no abría nada que ver en nuestro correo.

martes, 4 de marzo de 2008

martes, 26 de febrero de 2008

En los círculos del destrozo

“Luego y antes y ahora y para siempre / todo fue un juego de espejos enemigos: / sólo hubo rechazos, cuerpos solitarios, / mal aliento, ilusiones no compartidas, / cartas banales, gestos rutinarios...”.

Es cierto: el amor se acaba. Suena poco romántico pero en la mayoría de las veces se acaba. Al inmenso castillo de la pareja no le espera otra cosa que el olvido, “el íntimo desdén”, “cenizas en la boca”.

No digo con esto que el amor no exista. ¡Claro que existe! De no ser así no sería tan hondo el despecho, tan profunda la tristeza. “... Ahora echo sangre por todas partes: / Las rodillas, el aire, los recuerdos; / Mi falda se desgarró / Y perdí los aretes, la razón. / ¿No hay en el alma / Una manera otra / de vivir el desamor?”.

Lo que quiero decir es que por más que nos aferremos a la idea del Edén del sexo y el entendimiento, lo más común, casi lógico, es el momento en que “Dos cuerpos tienen su muerte / el uno frente a otro. / Basta el silencio”.

Todo esto lo dice María Mercedes Carranza entre tantos poemas de desgaste y lejanía. Tuvo ella que haber vivido la alegría a boca llena para comprender la honda desazón de la ruptura. Está claro en Hola soledad y muchos otros de sus libros.

Y me gusta, profundamente me gusta todo lo que dice, esa suerte de pesimismo que nace de haber vivido a intensidad, de conocer la naturaleza de lo humano, la lenta ruina del tiempo.

Por ello escogimos uno de sus poemas para una de nuestras canciones, que por fin ya está grabada y que pronto podrán escuchar en Myspace. Aunque uno pueda pensar que no habla de amor, conociendo el historial de desencantos de María Mercedes no es raro que pueda parecer también uno de sus poemas de despecho, que quizás sólo entiendan quienes en verdad han amado para terminar con los días en esa clase de muerte que es la indiferencia, el olvido. Bien lo dijo Mejía Vallejo: “Uno muere cuando lo olvidan”. Y lo peor, la parte triste de esta historia que llamamos vida, es que antes que todo está el olvido.

“No más amaneceres ni costumbres, / no más luz, no más oficios, no más instantes. / Sólo tierra, tierra en los ojos, / entre la boca y los oídos; / tierra sobre los pechos aplastados; / tierra entre el vientre seco; / tierra apretada a la espalda; / a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra; / tierra entre las manos ahí dejadas. / Tierra y olvido”.

viernes, 8 de febrero de 2008

Camaradas


Ha llegado el momento de hablar un poco sobre los chicos de la banda. Pequeños perfiles en 200 palabras.




Juan, la voz del bus

Juan se gana la vida cantando en los buses. El Circular sur, Calazans Boston, Manrique los balsos, Villahermosa parque, Castilla la 68... Todos ellos son su oficina. O mejor, su escenario. Un escenario de público volátil y casi siempre indiferente. Sin sueldo fijo ni cesantías, entre el calor de desierto que suele hacer en este tipo de autos y las negativas de muchos choferes.

Cantar en los buses es una tarea difícil. Hay que competir contra el vallenato o el reguetón que suelen vomitar los parlantes y apretar bien las nalgas contra la baranda de la registradora para soportar los embates de las empinadas calles de Medellín. A veces, para no recibir ni un aplauso. Ni un centavo.

Aún así, Juan sale cada tarde de su casa a ganarse el pan. Hay quienes lo miran como a un limosnero, otros creen que es una especie de hippie vagabundo. En realidad, su oficio tiene una nobleza envidiable: la de llevar música a los rincones más cotidianos de la urbe.

Juan se gana la vida cantando. Y eso ya, de entrada, lo convierte sin más en un hombre honrado.



Oscar, el solitario

Óscar nació y creció en el barrio El Mirador, en Bello. Nunca fue un chico de muchos amigos sino, como diría Andrés Caicedo, de unos pocos buenos amigos. Aprendió a tocar guitarra solo, imitando los acordes de Cobean.

Es un tipo raro, a decir verdad. Por más que uno lleve años de tratar con él, apenas si se siente que lo conoce un poco. Suele componer canciones tristes, en tonos menores y con melodías lentas. Sin embargo, casi nunca se le ve deprimido. Diría que su mente es una especie de caleidoscopio, un aleph, la convergencia entre lo dulce y lo amargo.

Después de que su madre murió, hace ya más de tres años, se hizo más silencioso. Dejó de estudiar filosofía y se encerró a componer nuevas canciones.

No parece interesarle otra cosa aparte de eso y de su hija Isabel. A cada ensayo llega con una nueva tonada, siempre bella, siempre agria.

Óscar es estable como un búho. No sueña con conocer países ni sumergirse en ácidas drogas. Estoy seguro que no quiere cambiar de casa. Lo único que desea –me lo dijo algún día- es que llegue el momento en que los chicos de su barrio lo vean pasar y digan: “Ese tipo compone lindas canciones”.


Fáber, todo o nada

Fáber es maniático y tierno como una mujer. Casi nunca está a gusto con lo que hacemos. Si por alguna razón la canción que interpretamos suena desafinada, deja de tocar hasta que todo cobre orden.

Es el primero que llega a las pruebas de sonido y el que más sufre en los conciertos. Tarda más de una hora en acomodar su batería. Cualquier feedback, el mínimo desajuste sonoro, lo saca de casillas. Nunca lo he escuchado decir: “Esa canción está buena, dejémosla así”; siempre siente que le falta algo, algún arreglo más, un instrumento nuevo.

Nunca estuvo de acuerdo en que Áluna se llamase Áluna, a pesar de que ningún otro nombre nos gustara tampoco. A veces pareciera aburrirse en la banda, querer tocar algo más jazz, más progresivo, pero todo esto tiene una razón de fondo: Fáber es de ese tipo de hombres que solo tiene una carta para jugar, que pierde o gana. Es decir, en su vida Fáber no tiene un plan b. La música lo es todo.

Es el único en el grupo que ha estudiado profesionalmente su instrumento, la batería. Abandonó sus estudios de economía, a pesar de llevar ocho semestres cursados, para dedicarse a la música. De no ser por su hija y su esposa, todo su dinero lo invertiría en equipos e instrumentos.

Sí, ya lo dije: Fáber es maniático y tierno. Tan maniático como para vivir toda su vida alrededor de la música, y tan tierno como para soñar día a día en que la banda tendrá un lindo futuro.


Juan Miguel, a mitad del juego

Juan Miguel es como esos jugadores que entran a jugar en el segundo tiempo y mejoran el partido. Un centrocampista eficaz que sabe lanzar pases de gol.

Ingresar nuevos integrantes a una banda siempre es un asunto complicado: de alguna forma es un estilo distinto con el cual lidiar. Con Juan Miguel el acople ha sido venturoso.

Aún falta mucho para él y para todos: conciertos, más grabaciones, experimentos sonoros. Pero sabemos que, con nosotros cinco, la banda queda completa.

Juan Miguel es una ficha ahora indispensable.


Ajá, así es, Camilo

Por último, y para presentarme, digamos que soy una especie de semiseudointelectual. Que busco y busco y aún no encuentro. Comencé a tocar el bajo por error y estoy en Áluna gracias a Óscar. Sólo tengo dos frases de cabecera; la una, “Antes que todo está el olvido”, y la otra, “Sólo el arte salva”.

Llevo dos años en la banda. Los cinco integrantes somos radicalmente distintos pero con un mismo sueño. Hemos terminado por volvernos amigos, buenos amigos.


Eso es más que suficiente.

lunes, 28 de enero de 2008

Que hablen las canciones

Que hablen las canciones, que hablen por uno, que respondan entrevistas y emitan comunicados. Que sean el centro de los conciertos sin que haga falta luces en prismacolor para hacerlas grandicoluentes. Que sean ellas, simples, como cuando se cantaban frente al fuego o en un bar escaso de gente. Que no se vistan de oropel, las canciones, que si son sinceras sabrán decir sin necesidad de maquillaje. Que caminen por ahí y encuentren oídos. Que se canten entre susurros provocando la lascivia, que se canten a multitudes llevando ideas, que se canten a unos pocos dejando ver lo que se tiene por dentro. Que sean humanas, pequeñas, grandes, concretas, limpias… Pero ante todo que sean ellas, las canciones, el centro de este juego, protagonistas de la escena. Pues ya lo dijo el viejo Dylan: "Yo no soy lo que importa. Lo que importa son las canciones. Yo soy apenas el cartero. Yo soy el que entrega las canciones."

lunes, 21 de enero de 2008

El camino de las canciones

Cierta vez, en que le preguntaron por qué publicaba sus cuentos y poemas, Borges respondió: “Para dejar de editar”.

De alguna forma pasa lo mismo con las canciones.

¿Por qué las grabamos, las volvemos un disco y las repartimos por ahí? Porque de otro modo cada ensayo sería repetido, sobre los mismos sonidos, buscando acordes, nuevas versiones, pero siempre, siempre, las mismas canciones. Y eso termina por cansar.

No se edita una canción para promocionar el grupo, no se edita como un camino hacia la fama; se edita para que aquellos fantasmas dejen de pesar, para que tomen vida y se vayan de uno; para darle paso a nuevas canciones, claro, otros poemas, nuevos delirios...

Al final de su carrera, si algo odiaba Kurt Cobain era tocar otra vez más Smells like teens spirit. Es comprensible. Ese hijo ya no era suyo, ya había llegado a la mayoría de edad y era justo que marchara de casa.

Por cosas así se graban las canciones.

Caminado para atrás


Viéndolo desde ahora, aquellos años entre el 93 y el 97 fueron espléndidos para el rock en Medellín. Bajo tierra y sus primeros dos álbunes, Ekhimosis antes de convertirse definitivamente en un grupo pop, Estados Alterados en su mejor momento, Los árboles con su furtiva aparición, Kraken aún vigente, los comienzos de Frankie ha muerto, entre otras muestras de buena música que se destacaron en aquella época.


¿Qué ha pasado en los últimos diez años? Quizás mucho de power y de reggae, de eso que llaman neo punk sumado al mismo punk de siempre, y una que otra incursión inteligente. Sin embargo, sin ser pesimista, me cuesta creer que este momento sea mejor que el de entonces. A excepción de los video clip, que día a día mejoran su factura, la época actual no se me hace tan creativa ni tan variada como podría esperarse luego de tantos años de ensayo y error en el rock nacional.

A pesar de Altavoz o de que ahora se editen más álbunes por año, el balance creativo me sigue pareciendo pobre.

¿Y qué de los públicos? ¿Qué diferencia podríamos enmarcar entre los fanáticos del rock de hace 10 ó 15 años con los de ahora? Mi amigo Juan Miguel Villegas me dice que es una pregunta muy vaga, difícil de responder, y tiene razón. En mi caso, por estar cargada de emotividad. Porque si me veo hace diez años –era un adolescente entonces- lo que recuerdo es la novedad que aún causaban los metaleros y los punkeros, la carga de energía de los conciertos en San Antonio y el Carlos Vieco, y todas esas cosas que me hacen pensar que el público de entonces era más emotivo, entregado a su grupo. Pero quizás esté equivocado. Así que vuelvo a recurrir a los lectores, si es que aún me quedan. ¿Será que han cambiado los fanáticos del rock de hace 15 años con los de ahora? ¿En qué?


Ahí les dejo la preguntica.

martes, 15 de enero de 2008

La amenaza de la vagina

Es posible que en estos tiempos de “lenguaje incluyente” y secretarías de la mujer este comentario que voy a lanzar parezca sexista, pero en fin, ahí va: conviene alejar a las mujeres de los grupos musicales. O para ser exactos: a las mujeres que no hagan parte del grupo musical. Dicho de otra forma: conviene alejar a las mujeres que no sean integrantes de la banda. Y esto va tanto para novias, amigas, amantes y todas las interacciones posibles entre estas tres categorías.

Cuando una chica va a un ensayo –digamos, la novia del vocalista-, los músicos dejan de ensayar: solo se exhiben. Quizás los afanes reproductivos –o su mera práctica- los llevan a tomar poses para hacerse ver; hacen muecas extravagantes herencia del rock de los ochenta para parecer más listos, más divertidos, más estrellas. Y el ensayo, a la mierda.

La mujer, por su parte, empieza a lanzar comentarios, a hablar por celular, a dormir sobre el sofá, a pavonearse con su chico, a contonearse provocativa desconcentrado hasta el más recatado...

Una mujer en un ensayo, así las cosas, es un estorbo.

Y en todos los demás asuntos que competen a la banda, así es. Cuando el vocalista va con su novia a una prueba de sonido lo único que hace este par de enamorados es besarse; lo último, probar sonido. Y así con otras actividades relacionadas.

Claro, la culpa no la tienen ellas sino nosotros, estúpidos bípedos que, como diría Calamaro, “por un segundo de su cuerpo doy el mundo”. Así que la sentencia podría ser otra: conviene alejar a los enamorados de las bandas. O mejor: conviene evitar que un integrante enamorado vaya con su chica o con su chico a los ensayos y demás escenarios que competen al grupo.

El amor, o el encoñamiento, es una droga que nubla los sentidos. De repente, el músico se aparece con un listado de canciones dulces tipo soft rock. El desamor, por el contrario, produce melodías agrias que siempre sonarán bien.

Soy de los que creen que Yoko Ono, Courtney Love y Nancy, la chica de Sid, aportaron una importante cuota al fracaso de tres de las bandas de rock más influyentes en la historia de este género. Y en pequeño, guardando las escalas, pasa lo mismo con cualquier banda de garaje.

Más si es una mujer caníbal, ese tipo de especie devoradora por la que uno no duda en lanzarse al vacío.

Sin embargo, dos puntos debo aclarar antes de cerrar este comentario. Uno, está bien que las novias vayan a los conciertos y celebren después de ellos -si salen bien-; por lo demás, será mejor que dejen a la banda trabajar solita, que ya de por sí hacer música en grupo es bastante complicado. Dos, que las mujeres que hacen parte de la banda sí caen muy bien: casi siempre son buenas músicas y traen ideas inteligentes. Y tres –pensándolo ahora- toda groupie es bienvenida, siempre y cuando no se quede demasiado ni se aparezca en los ensayos.