Jota me lo dijo alguna vez: “Los grupos son como las parejas, mi hermano, y como tal tienen sus ciclos”. Como Jota estaba borracho y trabado al mismo tiempo, no supe si lo que decía era en serio o un chistecito de la yerba y la ebriedad.
Con el tiempo me he dado cuenta que era en serio. Muy en serio.
Las parejas se conocen, las parejas se cortejan, las parejas se enamoran, las parejas se encoñan, las parejas se aburren, las parejas se desencoñan, las parejas se separan… A veces, las parejas se casan y logran negociar con el amor y tener una vida soportable, incluso digna. A veces no resulta así. A veces las parejas se odian. A veces las parejas siguen juntas mientras se odian. A veces las parejas prefieren llamar al abogado.
Los grupos son parejas de tres, de cuatro, de cinco o de veinte. Como sea. Parejas que incluso llegan a casarse y tener muchos disquitos. O parejas que después de un par de polvos se mandan a la mierda. Hay de todo. Pero lo cierto es que siempre pasan cosas. Lo cierto es que el amor eterno es un eufemismo de Jorge Isaacs. Lo cierto es que, aún así, hay salidas.
No sé si existan sicólogos para grupos de rock. Sonaría cursi. Tampoco creo en los sicólogos, pero creo en el ingenio. Como lo dijo cierta escritora francesa: “El amor es una pieza de teatro en que los actos son muy cortos y los entreactos muy largos. ¿Cómo llenar los intermedios sino mediante el ingenio?”. Y no sé a dónde quiero llegar con todo esto, quizás solo a decir que, como en todas las parejas, los grupos tienen sus momentos de dicha, de tedio o de lejanía. Para todos ellos es el ingenio –otros podrían llamarlo “el amor al arte”- la mejor manera de sobrellevar todo lo que venga.
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