Youtube le hace bien a los
nostálgicos. A veces, sin esperarlo, encontramos una canción perdida que
alguien tuvo la generosa voluntad de montar. Canciones de nuestra adolescencia,
cuando los gustos se definen. Canciones casi olvidadas que sin embargo hicieron
parte de nuestra banda sonora. O nuevas-viejas canciones, que no llegaron a
nuestros oídos cuando debían –a lo mejor porque no sonaron en las emisoras o
porque en los casetes que pirateamos no estaban– pero que tienen esa estética
de Medellín a finales de los noventa en que el rock se bailaba. A estas últimas
quiero referirme hoy: canciones que no escuché cuando salieron –maldita sea:
todo concierto perdido es una gran experiencia sin vivir– y que ahora me
lamento. Grupos buenísimos que ensayaban en la otra esquina. Exitazos de barrio
que conocieron dos o tres. Hits que nunca fueron y que debieron haber sido. Canciones
que nunca canté con mis amigos, y que de seguro nos hubieran encantado*.
El Sótano: Yo maté a John Lennon
Tengo un leve, levísimo recuerdo
de esta banda. Acaso de algún afiche promocional en un bar o de una mención muy
fugaz en un periódico. Pero no de su música que hasta ahora me llega con esta
canción buenísima, medio funk, provocadora. “Yo maté a John Lennon, soy un
trozo despreciable de humanidad”. Y sin pensarlo mucho bailamos sobre la tumba
del beatle porque esa guitarra con efecto wah nos conduce y ese bajo eslapiado
provoca azotar baldosa. Todo es un juego, no hay que tomárselo muy a pecho. Y
sin embargo, entre tapatí y tapatá, verdades de antes que siguen siendo
lamentablemente actuales, quizás mucho más: “Me preguntas por qué lo hiciste. Lo hice por la fama. Ahora todo el mundo me
reconocerá”.
Sí: Yo maté a John Lennon. “Y aún
guardo el Smith & Wesson 38, por si lo quieres acompañar”.
Los Árboles: Perro viejo
El efecto de Los Árboles es
curioso. No conozco otra banda del rock local que haya ganado tantos seguidores
después de muerta. Hasta el punto de creer que tiene más fans ahora que en su
momento de mayor actividad. Pocos fueron a sus conciertos, menos compraron su
disco –una placa impecable: la combinación de la densidad y la simplicidad en
un mismo repertorio–, y a pesar de todo, gracias a una distribución tardía o a un
voz a voz entre borrachos de bar, desde hace unos años para acá Los Árboles
crecen y crecen, se escuchan en las fiestas, son los infaltables en los
especiales sobre el rock de Medellín. El álbum no tiene presa mala: desde el
sonido arrullante de El Mar hasta el
bailable Jonás. Y claro, cómo no,
este Perro viejo anarquista, con esa
línea de contrabajo tan bella. No es un descubrimiento nuevo, digamos, pero es
una canción que me hubiera gustado cantar a los gritos en algún concierto en la
calle. ¿Dónde estábamos cuando Los Árboles tocaban por ahí?
El Chispero: Dios
Solo basta ver a ese vocalista:
los ojos que se desorbitan, el paso de títere al bailar, la voz engolada, las
ganas de dejarlo todo por una canción. “No soy Dios, pero lo intento”. Hijos de
Juanita Dientes Verdes, la presencia de El Chispero fue fugaz y divertida. Una
banda cachonda, con un frontman de lo más particular. Un demo de 1999 y algunas
canciones pegajosas. Cuando llamé a El Chata a preguntarle por este grupo, lo
único que recordaba era una fiesta. No una en particular, sino una en general:
una fiesta de dos años que se llamó El Chispero. Suertudos los que lo vieron
en Rock a lo Paisa en el 2000. Los que no, nos queda esta golosina visual (por
cierto, cuánto bien le hace Román González a la memoria de nuestro rock con su
canal de Youtube): Musinet de final de siglo, el público tímido que no sabe si
aplaudir luego de que Camilo dice “Este tema está dedicado a Dios, jum jum”, el
corista más inútil que se haya visto, las calcomanías en los instrumentos
cuando eran algo cool, la camiseta debajo de la camisa. Días posgrunge y numetal, en los últimos estertores de aquel sonido bailable y urbano que
llegó a conocerse como el Rock de Medellín. Una etiqueta inexacta, desde luego,
aunque fuera innegable que entre Bajotierra y El Pez se popularizó una especie
de sonido de esta ciudad que de alguna forma estas bandas que hoy reseñamos complementan.
Por eso, como Bonus Track, pongo Fiesta en el temor, que jamás me tocó en vivo. Ni Territorio betamax, que sí llegaron a
tocar pero tampoco me tocó. Pintaba bien el Disco
Tres de El Pez, que nunca vio la luz aunque alcanzaron a grabar algunas
canciones. Mejores, sin duda, que Superdotado.
Pero ese, me temo, es otro tema.
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