Yo nunca tengo suficiente.
Cuando una chica me gusta quiero enamorarme de ella, cuando me enamoro quiero
besarla, una vez que la he besado quiero acostarme con ella, cuando me he
acostado con ella quiero vivir con ella en un apartamento, cuando vivo en un
apartamento quiero casarme con ella, cuando me he casado con ella conozco a
otra chica que me gusta. Sé que ustedes, chicos, me entienden. El
enamoramiento, que no es lo mismo que el amor, es un placer incalculable, y
como todo placer puede volver en una adicción, y como toda adicción en un
problema. Pero no tenemos remedio. Pasamos de un cuerpo a otro, o por lo menos
es lo que quisiéramos que pasara. De alguna forma no es culpa nuestra: ¡es de
la biología! No me miren así, chicas, está comprobado. Hay un libro científico
que se llama Sexo, drogas, biología y un
poco de rock and roll que lo confirma. Y en este libro dice: “Somos, en el
fondo, un manojo de emociones primarias que tratamos de domar infructuosamente”.
En parte es triste, ¿no? Es como una enfermedad. Desear siempre, desearlas a
todas. Ni siquiera hablo de amor, sino de simple contacto. Es una triste
condición. Como diría Alejandro Dolina: “Todo, pero todo lo que hacen los
hombres está destinado a levantarse a una mina”.
Y para eso, bueno, cada quien
tiene sus recursos. Algunos muestran sus plumas de pavo real y otros su barbita
de hipster moderno. Yo, que soy lengüilargo, uso la palabra. Alguna vez, a una
chica llamada Julieth, le dije: “Usted es muy bella, señorita, pero le falta
algo. No voy a decir que soy yo. Pero sí”. Ese piropo no lo inventé yo, sino un
amigo mío que se hace llamar Jack Casablanca; obviamente lo dije como si fuera
mío. Pero uno que sí me inventé, y que se lo dije a una chica llamada María
José, fue este: “No sé, señorita, qué hace todo el día sin mí. Yo la verdad,
sin usted, me siento perdiendo el tiempo”. Sobra decir que en ninguno de los
dos casos conseguí nada. Como diría Milán Kundera, “La coquetería es una
propuesta de sexo sin garantía”. Buscando llegar al sexo oral utilicé la
palabra, pero las palabras, casi siempre, son traicioneras como los amigos. De
todas formas con ellas o con otras chicas lo seguiré intentando, siempre. Nada
que hacer: está en nuestra sangre.
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