Lo siento, creo que no me he
presentado. A ver, mmmmm, digamos, yo, yo, yo, eh… Vaya, no encuentro mucho que
decir de mí, por lo menos que resulte interesante. Soy un tipo como cualquiera.
Tengo treinta años. Comienzo a quedarme calvo y a sacar barriga, lo cual es
terrible porque ser calvo y barrigón es la peor combinación que puede existir
en un hombre. El tiempo, mis amigos, es un animal salvaje. He amado, sí, una o
dos veces en mi vida, y no sé qué tanto me hayan amado a mí. Aparte de eso,
suelo enamorarme entre 18 y 24 veces por día. Ustedes saben cómo es: vamos en
el bus, en la silla maluca (esa en la que uno tiene que levantar los pies),
contra la ventanilla siempre, y la vemos: allá, en diagonal, un par de sillas
más adelante. Es joven, es hermosa y es roquera, y sentimos un golpe de amor
irrefutable. Claro, ella no nos ve, se baja unas cuadras más adelante y
sufrimos un despecho de 2,3 segundos. Ocho cuadras más allá nos volvemos a
enamorar. Todos los días, irremediablemente.
Bueno, todos sabemos que eso no
es amor, pero es como si lo fuera. Por un momento, daríamos la vida por aquella
chica que va en el otro vagón del tren.
Qué más les puedo decir. A ver.
Diría que, como a Kurt Cobean, casi todo lo que empieza por b me gusta: los b
sides de Smashing Pumpkins, Pixies, Radiohead y Nirvana, así como ciertas películas
clase b, llenas de zombies y una que otra teta bien parada, escritores de la
clase social b: Keruac, Salinger, Miller, Bukowski… Ah, y ciertas chicas b, un
poco retorcidas.
Suficiente. Estoy aquí por lo
que ya les dije y más bien presento a la banda. Desde Castilla, señores, el
tierno y amargado, padre de dos hijas, don Fáber Martínez; en el bajo, un
tremendo seudointelectual, desde Abejorral, Antioquia, Camilo Jaramillo; allá, el
alto este que de chico parecía Marilyn Manson, Óscar Zuluaga; el más jovencito,
corredor de carreras automovilísticas y pésimo imitador de Jimmy Hendrix, Boris
Giraldo; el señor micrófono, Andrés Osorio; y el último en llegar, hablador de
mil lenguas, Gonzalo Barrera.
A mí, no sé, a mí llámenme J. Así no más.
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