Recuerdo aquel mundial. O por lo menos
recuerdo la expectativa que generó en todas partes. Las camisetas amarillas, el
álbum de figuritas con la foto de El Tino
en la portada, los comerciales de televisión, el sí sí Colombia, sí sí Caribe. Después del monumental 5 - 0 y de
que Pelé anunciara a Colombia como su gran favorito, nadie ponía en duda que
daríamos de que hablar en el campeonato. Hasta papá, que odia tanto el fútbol,
se compró un televisor para ver los partidos en la tienda. Solo que al primer
juego, contra Rumania, perdimos 3 – 1, y luego contra Estados Unidos, novato en
estos asuntos del fútbol, caímos 2 – 1, con el fatídico autogol de Andrés
Escobar que trajo las consecuencias que ya sabemos.
Vaya si dimos de que hablar: salimos en la
primera ronda a pesar del favoritismo y el equipo se devolvió cabizbajo para la
casa. No nos quedó sino el filosófico “perder es ganar un poco” pronunciado por
Maturana, que aún así no nos sirvió de consuelo.
Desde entonces le temo mucho a los
triunfalismos, a la facilidad que tenemos de hinchar el pecho ante la menor
conquista. Me da la impresión de que darse por ganador de antemano hace perder
el foco, aquieta. Dirán los fanáticos de El
secreto que hay que tener una mente ganadora acompañada de una recia voz de
triunfo, pero yo, como no creo en best sellers ni autoayudas, siempre me he
sentido más del lado de quien espera sin alharacas, del que trabaja en silencio
por sus sueños. El perdedor, como el vagabundo, va lento, sintiendo cada paso.
Si cae una y otra vez no importa. Lo importante es caminar. Y esos, los
perdedores, los vagabundos, me caen jodidamente bien.
Si traigo todo esto a colación es porque este
sábado nos enfrentamos, temerosamente triunfales, a la gran final de la batalla
de bandas de Nuestro Bar. Se trata de uno de esos eventos que organizan algunos
bares en los que, bajo el mismo modelo de un campeonato de fútbol, las bandas
“se enfrentan”, y en este caso, a falta de goles, es un jurado y la votación
del público asistente quien elige al ganador.
Es la primera vez que nos metemos en algo
así, en parte porque es una interesante oportunidad para foguearse y tocar
mucho. Lo que no esperábamos es que ganáramos cada ronda y llegáramos hasta este
punto.
En cualquier caso, más allá de ganar y
divertirnos, lo más bonito ha sido el apoyo de ciertas personas que comenzaron
a acompañarnos en cada concierto. Al principio nueve, luego trece, después
veinte, y así. La una llevaba a la otra, y la otra a la otra. En dos ocasiones
perdimos en cuanto a la votación del público (al llevar menos personas que las
otras bandas), pero sentíamos que había algo especial en nuestro caso, y era
que nuestro público repetía los conciertos. Iba al uno y volvía al otro. Como
eran pocos, podíamos charlar con ellos, conocerlos. Los primeros nueve eran
amigos de vieja data, digamos; los más de treinta de ahora son nuevos amigos,
que ya nos tienen en cuenta en sus planes. Es lo más increíble: sentimos que no
estamos ganando seguidores sino que estamos sumando amigos.
Ahora que llegamos a la final, son cerca de
cincuenta nuevos cómplices los que nos acompañan. (Vale la mención especial a
las autodenominadas chicas locas,
hermosas, sepsys y terriblemente increíbles). Cada uno de ellos ganado a
pulso. Y eso es lo que me asusta ante la idea de perder. ¿Cómo nos mirarán en
ese caso? ¿Seguirán con nosotros? ¿Fue el calor del triunfo lo que nos llevó a
acercarnos? Muchos dan por hecho de que ganaremos, pero nunca se sabe. A lo
mejor las otras bandas también dan por hecho que ganarán.
Supongo que si en verdad hemos sabido hacer
amigos, como creo, sabremos llevar la derrota, aprender de ella, en tal caso. O
celebrar alegres un paso más, una batalla para la que hemos trabajado duro. Por
ahora todo es incierto, y temo, no lo niego. Genera tensión esperar, pensar
tanto. Al mismo tiempo es divertido preparar un concierto bajo este ambiente de
expectativa. De cualquier forma esta es una columna inconclusa. Es la parte antes del concierto. La siguiente parte,
la definitoria, la que dirá lo que sentí después de todo, podrán leerla el
domingo. ¿Qué tono tendrá?
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