A Óscar no le gusta que le pregunten por sus letras, y hasta razón
tendrá. Supongo que a Cerati tampoco le hacía gracia andar explicando sus
imágenes enrevesadas. La poesía –y en este caso meto a las letras de las
canciones ahí– suele perder brillo cuando la pasamos por el cedazo del
raciocinio. A veces lo mejor de lo que decimos es lo más inexplicable.
Sin embargo me sorprendió cuando dijo en una entrevista que esta
canción era sobre alguien que se suicidaba. Todos, desde siempre, la habíamos
creído una canción de amor. No faltó el que se la mandara a su chica con un
mensaje cargado de corazones. Lo interesante es que, al revisarla, tiene sentido:
trata sobre alguien que deja su cuerpo, alguien a quien ya no le queda nada.
Tampoco desmentiría a quien diga que es una canción de despecho.
Yo, que soy hijo de Descartes, me alegro cuando me sacan de mis
parámetros. Y si algo le agradezco a esta banda es eso: cuando yo decía do
mayor, ellos proponían un si bemol disminuido. Si yo proponía una fábula simple
como La rebelión en la granja, Óscar salía con una canción inexplicable como
Nada en que creer. Hay que desacomodarse para abrir los ojos.
Me entristece un poco la escasez de reproducciones, aunque era de
esperarse: una banda que no toca en vivo es una banda muerta, y esta banda,
parece, ya no tiene la menor oportunidad de tocar. Pero me entristece porque es
una canción buena, quizás la mejor mezclada del álbum, con la voz de Fernando
más acomodada a su registro. De todas formas, ¿qué quería? ¿Una lluvia de
comentarios en Facebook? ¿Un montón de retuits? Como alguien que deja su cuerpo,
es la consecuencia de morir.
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