domingo, 18 de marzo de 2018

Un instante de felicidad (segunda parte)



No hay mucho para decir. El video lo hizo Hades prácticamente solo. Hades es su nombre real, el de un amigo del pueblo, para que no anden creyendo que se trata del mismísimo señor del inframundo, guardián de los infiernos, rey de los muertos. No. Nuestro Hades, de apellido Grisales, es un realizador audiovisual hecho a pulso en las jornadas extensas del canal local de Abejorral, Antioquia.
Cuando llegué a ver en qué andaba, resultó que ya llevaba dos días grabando el video de Un instante de felicidad. No sé cómo había caído la canción en sus manos, si era apenas una maqueta, pero se enamoró tanto de ella que comenzó a grabar imágenes de una chica que, en cualquier caso, siempre terminaba empelota. Eso me gustó: donde hay gente empelota siempre habrá atención.
Estoy jodiendo. La chica se llama Luisa, y terminó siendo actriz de verdad, entregada al rigor de Hora 25. En ese entonces era una muchachita de 15 o 16 años que cursaba décimo grado.
En todo caso, insisto, Hades lo hizo todo: grabó, editó, consiguió los actores. Cuando llegué, el video estaba casi terminado. Mis aportes fueron en un par de escenas: en la que Luisa parece Shiva, con brazos por todos lados (imagen que luego usaríamos para la ambientación de Deseos) y la idea de meter una chica al final, porque creo que si uno se come un hongo y esa vaina lo lleva al despertar del cuerpo, tendrá que ser en todos los sentidos, en todas las posibilidades.
Del video me gustan partes, como la escena en que sube por el bosque, y me disgustan otras, como esa intensión solapada de taparle los pezones y la entrepierna. Las cosas deberían ser o no ser; no ser a medias, como yo.
Pero es un regalo y todo regalo es una bendición. Ponerse a grabar porque sí, hacer cosas porque sí, es una bonita muestra de lo que es ser apasionado. Más cuando se trata de nosotros, que tardamos años en grabar la canción de verdad-verdad y poder ponerle las imágenes de nuestro amigo. Al final, resultó que la canción que grabamos era 30 segundos más larga que el video, y hubo que inventarle ese final desesperado en que todo da vuelta atrás.
No importa. Está, existe. Y siempre preferiré que las cosas existan a que sean un humo espeso abotagado en la cabeza.