Mucho se suele decir que la música le quita jóvenes a la guerra. Y más concretamente, a esta violencia nuestra, en Medellín, de muchachitos peleándose territorios en las laderas. Y puede que sea cierto, que más de uno haya optado por una guitarra en vez de un AK-47. Sin embargo, no quiere decir que sea fácil ni que este conflicto armado vea con buenos ojos que alguien escoja el bando del arte en vez de los disparos.
A la guerra no le gusta los artistas. Tal vez porque le cantan en su cara las barbaries, o porque le muestran que otra salida es posible. Por ello de vez en cuando se ensaña con ellos, calla con plomo sus voces. Ya van tres en la Comuna 13: Kolacho, Andrés y Chelo, miembros de la Red Élite Hip Hop.
Esta mañana, en nuestra Castilla de amores y ensayos, había audiciones para escoger las bandas del festival de rock de la Comuna 6. No se pudo. Los enfrentamientos armados –que dejaron cinco muertos– hacían imposible pensar en pasar de un barrio a otro, en llegar hasta la Casa de la Cultura de Pedregal.
No quiero decir que las balaceras hayan sido por un acto tan inocente como unas audiciones. Pero sí es evidente que entorpecen muchos procesos, que hacen que los niños no vayan al colegio, que matan gente inocente, que se cagan en los ánimos y la tranquilidad.
Es cierto que la música le quita jóvenes a la guerra. Pero también es cierto –y terriblemente triste– que la guerra le quita oportunidades a la música. Y a cuántas cosas más.
A la guerra no le gusta los artistas. Tal vez porque le cantan en su cara las barbaries, o porque le muestran que otra salida es posible. Por ello de vez en cuando se ensaña con ellos, calla con plomo sus voces. Ya van tres en la Comuna 13: Kolacho, Andrés y Chelo, miembros de la Red Élite Hip Hop.
Esta mañana, en nuestra Castilla de amores y ensayos, había audiciones para escoger las bandas del festival de rock de la Comuna 6. No se pudo. Los enfrentamientos armados –que dejaron cinco muertos– hacían imposible pensar en pasar de un barrio a otro, en llegar hasta la Casa de la Cultura de Pedregal.
No quiero decir que las balaceras hayan sido por un acto tan inocente como unas audiciones. Pero sí es evidente que entorpecen muchos procesos, que hacen que los niños no vayan al colegio, que matan gente inocente, que se cagan en los ánimos y la tranquilidad.
Es cierto que la música le quita jóvenes a la guerra. Pero también es cierto –y terriblemente triste– que la guerra le quita oportunidades a la música. Y a cuántas cosas más.
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