domingo, 21 de noviembre de 2010

Dios bendiga a las tías

Una a una, todas. Las que se levantan a medianoche a prepararte una arepa con queso y chocolate porque tienes hambre. Las que te enseñaron a bailar con música de Los Hispanos. Las sexys y las anticuadas. Las celestinas y las sobreprotectoras. Bendiga Dios esas mujeres porque se rieron de nuestros chistes y apoyaron cada locura. Dios las bendiga porque cocinan como los dioses. Las bendiga Dios porque somos para ellas lo más cercano a un intelectual o un poeta, un músico de vanguardia, un deportista de olimpiadas.

Madre solo hay una, es cierto. Tías son por montones, tan disímiles y encantadoras precisamente por esa gama de personalidades. La rezandera y la prostituta de vocación, la que fue a la universidad, la que no sabe qué es un orgasmo, la pelicorta siempre, la bigotuda, la cuchibarbi, la que fue jipi, la mediomueca y la que prepara empanadas.

Dios las bendiga a todas, he dicho. Y sobre todo, por lo bonitas que se portaron, a las tías de Boris, que bailaron cada una de nuestras canciones en el concierto en su casa. No había para ellas tonada mala, desbarajuste. Daba igual si era lenta o rápida la canción. Bailó la jipi y la recatada, bailaron todas. Fue como ver a nuestras propias tías en un concierto exclusivo para ellas. Fue la calidez, el plato frío, el ron con cocacola. Un concierto en familia, como deberían ser.

Nuevamente y para siempre, bendícelas Señor.

lunes, 25 de octubre de 2010

Pum, pum, pum

Mucho se suele decir que la música le quita jóvenes a la guerra. Y más concretamente, a esta violencia nuestra, en Medellín, de muchachitos peleándose territorios en las laderas. Y puede que sea cierto, que más de uno haya optado por una guitarra en vez de un AK-47. Sin embargo, no quiere decir que sea fácil ni que este conflicto armado vea con buenos ojos que alguien escoja el bando del arte en vez de los disparos.
A la guerra no le gusta los artistas. Tal vez porque le cantan en su cara las barbaries, o porque le muestran que otra salida es posible. Por ello de vez en cuando se ensaña con ellos, calla con plomo sus voces. Ya van tres en la Comuna 13: Kolacho, Andrés y Chelo, miembros de la Red Élite Hip Hop.
Esta mañana, en nuestra Castilla de amores y ensayos, había audiciones para escoger las bandas del festival de rock de la Comuna 6. No se pudo. Los enfrentamientos armados –que dejaron cinco muertos– hacían imposible pensar en pasar de un barrio a otro, en llegar hasta la Casa de la Cultura de Pedregal.
No quiero decir que las balaceras hayan sido por un acto tan inocente como unas audiciones. Pero sí es evidente que entorpecen muchos procesos, que hacen que los niños no vayan al colegio, que matan gente inocente, que se cagan en los ánimos y la tranquilidad.
Es cierto que la música le quita jóvenes a la guerra. Pero también es cierto –y terriblemente triste– que la guerra le quita oportunidades a la música. Y a cuántas cosas más.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Partir, volver

Cuando comencé con este blog, lo hice bajo la idea de estarle contando a los tres o cuatro seguidores de la banda las cosas que fueran pasando con nosotros: conciertos anónimos e importantes, ensayos de los que nacían nuevas canciones, sesiones de fotos si era el caso. Sólo que nada o casi nada de eso pasó. Hubo conciertos, sí; ensayos, desde luego; fotos, algunas, y un montón de sucesos más, pero tan espaciados, tan perdidos en el calendario, que me fui sintiendo sin qué contar, sin anuncios de valor ni conciertos programados. Sobre todo en el último año y medio, en que por largas temporadas dejamos de ensayar y en que algunos músicos se fueron y volvieron y una vez más marcharon.

Al final de todo esto, tuvimos que despedirnos de Juan y Juan Miguel, y darle la bienvenida a Boris y Cristian. Así son las cosas: la gente viene, se va. La vida es como un río.

Lo bueno de todo esto es que con cada renovación suben las defensas, otros estilos llenan el espectro musical y los ensayos se oxigenan.

Así que aquí estamos otra vez, como al principio. Pero es que en ciertas cosas vale más el camino que la llegada.

Sólo nos resta esperar que ustedes, la razón de todo esto, sigan ahí.

Nosotros, créanos, estamos de vuelta. Y, en esa medida, este blog.

Lo que venga, ya veremos. Hay fuego en el 23.

lunes, 12 de julio de 2010

La memoria (y el olvido)

Uno se muere cuando lo olvidan, decía Mejía Vallejo, que bastante pensó en las memorias del olvido. Otro poeta escribió alguna vez: “Nacimos para el olvido y el olvido nos consume sin remedio. Sólo nos queda el abrazo de dos o tres amigos y el beso imaginado de la mujer que amé”.
Es una paradoja: vivimos de los recuerdos y sin embargo estamos condenados al olvido. Dos o tres generaciones después de nuestra muerte, nadie hablará de nosotros, no caerán lágrimas sobre la vieja fotografía en que aparecemos sonrientes frente al mar. Habrán, dirán algunos, unos cuantos que gracias a sus ideas perdurarán. Ja. Ya lo decía Julio Ramón Ribeyro: la obra “será lindamente editada. Luego curiosidad de algún coleccionista. Más tarde la cita de un erudito. Al final algo menos que un nombre: una ignorancia”.
Aún así, hay cosas que se deben recordar. Quizás para reafirmar nuestro paso por la tierra, incluso nuestras barbaries. O simplemente para no sentir que somos humo, que todos llegan y se van.
Sí, hay que recordar porque esos fantasmas que son los recuerdos también son parte de uno, demasiado de uno, a veces todo de uno. Son las historias que guardamos en las habitaciones de la memoria. Es ese día comiendo mango biche esperando la hora en que las chicas salieran del colegio; es aquel polvo feliz en Isla Fuerte; la noche del concierto en que no se rompió ni una cuerda. Y es, vida hijueputa, el funeral bajo un sol calcinante en el que se fue mamá; la paliza inmerecida que me propinaron algún día; la última carta de un amor que ya no fue.
Somos también eso, qué le vamos a hacer. Recuerdos azules o recuerdos colorados. Con filo de cuchilla o placidez de gato. Y somos olvido, a la vez. El olvido que seremos, como diría Borges. Son las cosas con las que a uno le toca vivir.

miércoles, 12 de mayo de 2010

B side: Tránsfugas (Volcánica)


La verdad es que nuestro rock carece de buenas letras. Hay excepciones, desde luego. Pienso, por ejemplo, en Bajotierra, en Parlantes, en Frankie ha muerto, en Kranken… Pero en general el balance no es muy prometedor. Porque luego pienso en el neo punk, en grupos como Tres de Corazón cantándole a la noviecita perdida, pienso en el reggae y sus temas de siempre (¿no habrá otra forma de alzar las voces por la libertad, la legalización y la nueva Babylon?), pienso en el pop también llorón y hasta en el hip hop, que si bien tiene letras logradas, sinceras, otras son el ejemplo rimado de cómo escribir un lugar común. Y hasta pienso en Juanes, sí, que cada vez es más elemental y de imágenes tan poéticas como “tu piel tiene el color de un rojo atardecer” (¿será que la pobre muchacha a la que le dedica esta canción se insoló en un paseo a Cartagena?). En fin. Supongo que al grueso de los grupos les preocupa más el ritmo –que la gente baile- que el contenido.

Por eso, cuando de vez en cuando escucho una canción de buena letra, ese niño que todos tenemos dentro celebra y lanza juegos pirotécnicos. Algo así me pasó cuando escuché Tránsfugas, de Volcánica: una historia de amor, es posible, pero más allá de eso una historia que habla de romper barreras, “el vértigo de caer, de estar juntos y no arrepentirnos”. Una canción que siempre me recuerda una de esas frases lapidarias que Youcenar le escribió a su querido André Fraigneua: “Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad”. Sí, es eso: “Mi bella cómplice, nunca nos tembló la mano jalando el gatillo, y ahora que todos nos buscan disfrutemos un poco más la gloria de la impunidad”. Una especie de banda sonora para una película de cine negro o de Wong Kar-wai, la maravillosa tentación de lanzarse con furia al vacío.

Así que ahí se las dejo, para escucharla una y otra vez, sobre todo en los momentos en que sientan ganas de salir corriendo bajo lluvia para robarse el amor de la mujer de su mejor amigo.