Fue una noche en Tilcara, en el norte de Argentina. Iba con Koleia y con Lina por calles de piedra, buscando un bar para beber vino. El sonido de algo que parecía una quena o una flauta traversa nos atrajo a local estrecho, donde no cabían más de veinte personas. Allí, tres músicos interpretaban canciones suaves. No era tango ni chacarera ni lo que conocemos como música andina. Se parecía al sonido de Mercedes Sosa, pero más básico, incluso. Eran melodías dulces, sencillas, que hablaban de la tierra y de las flores. Era el sonido de la guitarra, del bajo, de una flauta de madera y un tambor.
No habíamos escuchado algo igual, no encontrábamos con qué compararlo. Era simple, simplísimo lo que sonaba. Pero era envolvente y casi mágico. Maravillados, preguntamos qué clase de música era esa, y la respuesta fue igualmente simple: folclor. Sin embargo, en el resto de nuestro viaje, por más música de folclor que comprábamos o nos regalaban, no pudimos encontrar ese tipo de canciones, ese sonido elemental que logra trasmitir tanto. Desde entonces comprendimos que en la música no hace falta mucha tecnología ni mayores virtuosismos para llegar al corazón. Basta con ser sincero.
Cuando escuché Amanecío recordé aquellas canciones de esa noche en Tilcara. Tiene la misma sencillez, esa caricia de la poesía. Este señor Velandia tiene la cualidad de torcerle el cuello al cisne. Sus dos discos, sobre todo el último, son encantadores. Sólo que esta canción, de su época en Cabulla, posee un encanto especial. Sin pretender ser el hit del verano, sin mayor instrumentación, logra trasmitir un sentimiento. Uno muy humano: las ganas de quedarse con ella hasta que salga el sol.
Así que no queda más que recomendarlo: http://www.myspace.com/velandiaylatigra
No habíamos escuchado algo igual, no encontrábamos con qué compararlo. Era simple, simplísimo lo que sonaba. Pero era envolvente y casi mágico. Maravillados, preguntamos qué clase de música era esa, y la respuesta fue igualmente simple: folclor. Sin embargo, en el resto de nuestro viaje, por más música de folclor que comprábamos o nos regalaban, no pudimos encontrar ese tipo de canciones, ese sonido elemental que logra trasmitir tanto. Desde entonces comprendimos que en la música no hace falta mucha tecnología ni mayores virtuosismos para llegar al corazón. Basta con ser sincero.
Cuando escuché Amanecío recordé aquellas canciones de esa noche en Tilcara. Tiene la misma sencillez, esa caricia de la poesía. Este señor Velandia tiene la cualidad de torcerle el cuello al cisne. Sus dos discos, sobre todo el último, son encantadores. Sólo que esta canción, de su época en Cabulla, posee un encanto especial. Sin pretender ser el hit del verano, sin mayor instrumentación, logra trasmitir un sentimiento. Uno muy humano: las ganas de quedarse con ella hasta que salga el sol.
Así que no queda más que recomendarlo: http://www.myspace.com/velandiaylatigra
1 comentario:
son un excelente grupo
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