Y llega el momento en que esos chicos que ves cada ocho días para hacer música terminan por ser tus amigos. Quizás tus únicos amigos. Y comienzas a ir a sus casas aunque no haya ensayo y te vuelves padrino de sus hijos y visitas a sus esposas si están enfermas en un hospital. No importa ya hasta dónde lleguen como banda de rock, incluso si al final los espera el fracaso con una risita de burócrata endiablado. Con la amistad, ya es mucho lo que han ganado.
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