Apreciadísima Ameba:
Grata se me hace su visita por este humilde rincón de la red. Ya la extrañaba, os aseguro, pues siempre será preferible el agrio sabor del veneno que el insípido soplo del silencio. Oh, Ameba, inmarchitable amiga mía, debo confesar que soy tan cercano de las púas que no me molestan ni siquiera cuando las lanzan hacia mí. Así que sigue con tu oficio de puercoespín, mi paladín ponzoñosa, que es en la acidez de la crítica y no en el tibio comentario amiguero de donde se extraen las más vastas conclusiones.
No sabe cuánto quisiera que se acercara a mí y que hablásemos frente a frente, sobre todo después de los conciertos donde –como en los lanzamientos de los libros- todo parece delicia y son escasas las cabezas frías que sean capaces de lanzar un comentario objetivo.
La quisiera conocer, aún con su sucia manera de decir las cosas, porque en este mundillo del arte provinciano sobran las caricias al ego y escasean los puñetazos.
Ameba, no desfallezca. Sé que no gustas de Áluna y eso me encanta. Siempre me han parecido sospechosas las corrientes que atraen a todo el mundo. Pero más allá de esto, el que nos califiques como una banda mediocre y sin imagen me llena de ganas por seguir componiendo, bajo la esperanza de que algún día mi mente suelte una canción tan buena que llegue a gustarte. En otras palabras, mi cara amiga, tu crítica salada me levanta las ganas por mirar al frente, por ganar autonomía y no ser como ciertos parásitos intestinales que solo se alimentan de lo que otros producen, incapaces de sellar con voz propia su paso por la tierra.
Esperé pues que siga visitando este blog. Doy mi palabra que recibiré con brazos abiertos cada uno de sus mensajes.
Su fiel amigo,
El Purgante.