Con mucho entusiasmo, los radioescuchas de Medellín recibimos el regreso de Radioactiva, la emisora que marcó por muchos años nuestro gusto musical, en la que por primera vez escuchamos a Nirvana y a los Smashing Pumpkins y a toda esa onda que a mediados de los noventa se le llamó música alternativa.
De Radiactiva venía el humor negro de Martín de Francisco y Santiago Moure, y muchas de las bandas de rock local llegaron a nosotros por esta emisora.
¡Y ahora volvía!, luego de años sin emisión. Pero… o el tiempo me ha vuelto muy amargado o esta Radioactiva que regresó es particularmente mala. Tan mala que no logro sintonizarla por más de media hora. Me aburre. Pareciera anclada en 1995. Y nosotros ya no somos los mismos.
Ni siquiera ella misma, Radioactiva, es la misma: es peor. Tan conservadora como cualquier programa de la emisora Minuto de Dios. Tan comercial que no se atreve a proponer canciones que no sean de melodías empalagosas que van a la fija con cierta clase de oyentes. Tan rebelde como un peluche. En fin: bobalicona y sonriente, para nada alternativa, es esta nueva Radioactiva.
De ser por esta emisora, el rock hecho en Medellín se resumiría en Tres de Corazón, Pop Corn y Rey Gordiflón. Y menos mal no es así.
De ser por esta emisora, la mejor banda de la actualidad sería Chemical Romance. Y menos mal no es así.
De ser por esta emisora, lo mejor de lo mejor ha sido Creed de Radiohead y desde allí no se ha producido nada bueno. Y menos mal no es así.
Así que no me hace falta Radioactiva. Me recuerda cierto cuento que leí alguna vez, en el que un hombre esperó y esperó a su mujer amada, y cuando volvió a verla se dio cuenta de que ya no la amaba. Que prefería su recuerdo.