“Luego y antes y ahora y para siempre / todo fue un juego de espejos enemigos: / sólo hubo rechazos, cuerpos solitarios, / mal aliento, ilusiones no compartidas, / cartas banales, gestos rutinarios...”.
Es cierto: el amor se acaba. Suena poco romántico pero en la mayoría de las veces se acaba. Al inmenso castillo de la pareja no le espera otra cosa que el olvido, “el íntimo desdén”, “cenizas en la boca”.
No digo con esto que el amor no exista. ¡Claro que existe! De no ser así no sería tan hondo el despecho, tan profunda la tristeza. “... Ahora echo sangre por todas partes: / Las rodillas, el aire, los recuerdos; / Mi falda se desgarró / Y perdí los aretes, la razón. / ¿No hay en el alma / Una manera otra / de vivir el desamor?”.
Lo que quiero decir es que por más que nos aferremos a la idea del Edén del sexo y el entendimiento, lo más común, casi lógico, es el momento en que “Dos cuerpos tienen su muerte / el uno frente a otro. / Basta el silencio”.
Todo esto lo dice María Mercedes Carranza entre tantos poemas de desgaste y lejanía. Tuvo ella que haber vivido la alegría a boca llena para comprender la honda desazón de la ruptura. Está claro en Hola soledad y muchos otros de sus libros.
Y me gusta, profundamente me gusta todo lo que dice, esa suerte de pesimismo que nace de haber vivido a intensidad, de conocer la naturaleza de lo humano, la lenta ruina del tiempo.
Por ello escogimos uno de sus poemas para una de nuestras canciones, que por fin ya está grabada y que pronto podrán escuchar en Myspace. Aunque uno pueda pensar que no habla de amor, conociendo el historial de desencantos de María Mercedes no es raro que pueda parecer también uno de sus poemas de despecho, que quizás sólo entiendan quienes en verdad han amado para terminar con los días en esa clase de muerte que es la indiferencia, el olvido. Bien lo dijo Mejía Vallejo: “Uno muere cuando lo olvidan”. Y lo peor, la parte triste de esta historia que llamamos vida, es que antes que todo está el olvido.
“No más amaneceres ni costumbres, / no más luz, no más oficios, no más instantes. / Sólo tierra, tierra en los ojos, / entre la boca y los oídos; / tierra sobre los pechos aplastados; / tierra entre el vientre seco; / tierra apretada a la espalda; / a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra; / tierra entre las manos ahí dejadas. / Tierra y olvido”.
Es cierto: el amor se acaba. Suena poco romántico pero en la mayoría de las veces se acaba. Al inmenso castillo de la pareja no le espera otra cosa que el olvido, “el íntimo desdén”, “cenizas en la boca”.
No digo con esto que el amor no exista. ¡Claro que existe! De no ser así no sería tan hondo el despecho, tan profunda la tristeza. “... Ahora echo sangre por todas partes: / Las rodillas, el aire, los recuerdos; / Mi falda se desgarró / Y perdí los aretes, la razón. / ¿No hay en el alma / Una manera otra / de vivir el desamor?”.
Lo que quiero decir es que por más que nos aferremos a la idea del Edén del sexo y el entendimiento, lo más común, casi lógico, es el momento en que “Dos cuerpos tienen su muerte / el uno frente a otro. / Basta el silencio”.
Todo esto lo dice María Mercedes Carranza entre tantos poemas de desgaste y lejanía. Tuvo ella que haber vivido la alegría a boca llena para comprender la honda desazón de la ruptura. Está claro en Hola soledad y muchos otros de sus libros.
Y me gusta, profundamente me gusta todo lo que dice, esa suerte de pesimismo que nace de haber vivido a intensidad, de conocer la naturaleza de lo humano, la lenta ruina del tiempo.
Por ello escogimos uno de sus poemas para una de nuestras canciones, que por fin ya está grabada y que pronto podrán escuchar en Myspace. Aunque uno pueda pensar que no habla de amor, conociendo el historial de desencantos de María Mercedes no es raro que pueda parecer también uno de sus poemas de despecho, que quizás sólo entiendan quienes en verdad han amado para terminar con los días en esa clase de muerte que es la indiferencia, el olvido. Bien lo dijo Mejía Vallejo: “Uno muere cuando lo olvidan”. Y lo peor, la parte triste de esta historia que llamamos vida, es que antes que todo está el olvido.
“No más amaneceres ni costumbres, / no más luz, no más oficios, no más instantes. / Sólo tierra, tierra en los ojos, / entre la boca y los oídos; / tierra sobre los pechos aplastados; / tierra entre el vientre seco; / tierra apretada a la espalda; / a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra; / tierra entre las manos ahí dejadas. / Tierra y olvido”.
1 comentario:
cierto, el amor duele cuando se desvanece
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