Nada supera a los conciertos de bar, a la cerveza de mano en mano, a ese sonido mediocre que sin embargo resulta visceral, directo, lleno de reverberación y ruido. Nada como la posibilidad de que el público se suba a la tarima y cante con uno, y que las chicas se meneen a un paso de ti mientras tocas.
Nada como lo remates de concierto, en la casa de algún borracho enamorado de tu banda, o entre besos furtivos de una inesperada admiradora.
En los conciertos de bar sigues siendo un ser humano, no un semi-dios inalcanzable; en los conciertos de bar puedes dejar que otro cante o tome tu guitarra y toque; en los conciertos de bar aceptas tragos gratuitos por todas partes.
Resulta fácil que otra banda desee hacer una sesión de improvisación con la tuya, o que quieras experimentar una tonada que nunca antes habían ensayado.
En los conciertos de bar puedes decir lo que quieras, tocar lo que quieras, sin cláusulas contractuales ni amenazas de Saico y Acimpro; puedes escupir tu rabia o declararle el amor al mundo; puedes besar, puedes tocar, descansar, volver a subir, mandarlo todo a la mierda y regresar a pedir perdón.
En los conciertos de bar tu banda suele ser más sincera.
Y hablo desde la ignorancia, claro, porque jamás he probado los grandes conciertos. No sé lo que es tener miles de personas frente a uno, ni que coreen al unísono una de tus canciones. Sin embargo, éstos, los grandes conciertos, se me hacen más artificiales en medio de su espectacularidad, con demasiadas luces sobre uno, demasiados requerimientos técnicos, demasiados periodistas esperando que digas la frase de siempre, mánagers impetuosos buscando sacar provecho, vallas publicitarias anunciando la nueva cerveza sin alcohol, presentadores de turno con sonrisas de quinientos dientes, roodies apurados poniendo todo en su sitio, abogados del mundo de la música anhelando tus errores para cobrar compensaciones, y tú, en medio de todo eso, tan puesto en su sitio, tan sobrio, tan organizado, tan cohibido. Y la gente, el fin de todo esto, allá, lejos, a pesar de sus manos levantas, de sus voces en coro, lejos.
Difícilmente podrás abrazarlos a todos, y si alguien se sube a cantar contigo, un gorila de barba en candado llegará a retirarlo antes que termine la primera frase.
En un gran concierto no eres tú: eres la imagen de lo que otros quieren que seas.
Quizás esté equivocado (de eso también se trata). Pero ahora que escribo de todo esto y que tengo el sabor del concierto de anoche fresquito en mi memoria, comprendo bien a Woody Allen, quien en su gira por Europa con su banda de jazz –ya saben: teatros a reventar, entrevistas por doquier- no hizo otra cosa que rememorar con nostalgia aquellos años en la década de los cincuenta, en la que era un simple humorista que tocaba el clarinete todos los viernes por la noche en un bar de Nueva York.
4 comentarios:
humildad, trabajo, esperanza, mas trabajo, inteligencia, mucho mas trabajo, disfrute, mucho y mucho mas trabajo, union, union, conciencia y sobre todo....paciencia.
como dice billy corgan en una de sus canciones, si no estoy mal, tonight tonight,........"creer en mi es creer en ti, esta noche, esta noche".
Ojalá de aquí al primer concierto multitudinario de Aluna esta plataforma de blogs todavía funcione y puedan leer de nuevo esta entrada. Así sabrán si tenían razón o se arrepentirán de haberlo escrito. ¡Ya veremos! ¿faltará mucho?
Saludos y abrazos
La vida de bares es sorprendente, no sabemos que tienen los musicos, pero son encantadores.
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