miércoles, 13 de junio de 2012

Diarios del fin del mundo


Junio 13, 2012

Es como si, por primera vez, estuviéramos listos para algo. No sé bien qué, pero algo. El 2012 ha sido un año rápido aunque evidentemente más productivo que el año anterior del que solo puedo recordar un concierto maravilloso en La Guardia, nuestra casa-bar, ya desaparecida. Este año no es que hayamos ensayado mucho, pero hemos sido constantes. Todos los domingos a las cinco de la tarde, sin falta.

Somos eso: una banda de domingos por la tarde, y en parte eso es lo que recogemos. Cuando tienes una banda de medio tiempo, de horitas, recoges frutos de medio tiempo, de horitas. Cuando tu vida es el arte, cuando trabajas cada día, quizás (y solo quizás porque en este mundo nunca se sabe) recogerás el equivalente a tu esfuerzo. O tal vez un poco menos. Pero lo cierto es que en estas cosas hay que entregar un cien por ciento para recibir un cincuenta por ciento a cambio. Nosotros entregamos, si acaso, un veinte por ciento, y recogemos un diez. Somos conscientes de eso.

Pero somos conscientes, también, de que este año ha sido diferente, porque si bien no logramos ensayar más de tres horas y solo los domingos, por primera vez, entre todos, en semana, tratamos de hacer algo. Al menos nos mantenemos en contacto, adelantamos trabajos de promoción, editamos algún video: todas esas cosas que hacen parte del mundo de la música y que no tienen que ver con el acto mismo de hacer música, pero que igual son importantes. A veces más de lo que nos gustaría reconocer. Hacemos parte, al fin y al cabo, de una cosa loca y desagradecida: la industria del entretenimiento.

Lo cierto es que ahora hay mucho más diálogo. Hay un plan de acción y muchos puntos en común. Antes había música por todos lados y eso nos bastaba. Pero una banda de rock –casi cualquier propuesta artística– es más que arte. Ahora hay un proyecto que nace de la música, y eso es una evolución.

Por eso sentimos que estamos listos para algo. Tenemos canciones, ciertos caminos ya recorridos; hemos aprendido algo sobre el mundo audiovisual que acompaña la música; hemos visto a otras bandas subir y desplomarse; por primera vez hablamos de puesta en escena, de la ayuda de un mánager, de un ambiente gráfico; tenemos, al fin, un portafolio que nos deja a gusto, un logo, imágenes; sabemos que nos faltan mil cosas por delante y estamos a gusto con el reto. Es como si –qué curioso– esta banda comenzara a nacer.