
No habíamos escuchado algo igual, no encontrábamos con qué compararlo. Era simple, simplísimo lo que sonaba. Pero era envolvente y casi mágico. Maravillados, preguntamos qué clase de música era esa, y la respuesta fue igualmente simple: folclor. Sin embargo, en el resto de nuestro viaje, por más música de folclor que comprábamos o nos regalaban, no pudimos encontrar ese tipo de canciones, ese sonido elemental que logra trasmitir tanto. Desde entonces comprendimos que en la música no hace falta mucha tecnología ni mayores virtuosismos para llegar al corazón. Basta con ser sincero.
Cuando escuché Amanecío recordé aquellas canciones de esa noche en Tilcara. Tiene la misma sencillez, esa caricia de la poesía. Este señor Velandia tiene la cualidad de torcerle el cuello al cisne. Sus dos discos, sobre todo el último, son encantadores. Sólo que esta canción, de su época en Cabulla, posee un encanto especial. Sin pretender ser el hit del verano, sin mayor instrumentación, logra trasmitir un sentimiento. Uno muy humano: las ganas de quedarse con ella hasta que salga el sol.
Así que no queda más que recomendarlo: http://www.myspace.com/velandiaylatigra